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La crónica económica

Gumersindo Ruiz

El precio de los alimentos

LA subida del precio de los alimentos no debería ser materia de debate electoral. Se ha convertido en un asunto demasiado serio para ser utilizado de manera simplista, como si su solución dependiera de algún voluntarismo, control, liberalización de los mercados o cualquier medida que estuviera al alcance de un gobierno. No es así y de hecho trasciende la capacidad de actuación de un estado, lo cual no justifica inhibirse, sino todo lo contrario, requiere una colaboración entre partidos y un pacto internacional entre estados para evitar lo que puede ser una catástrofe, sobre todo, para aquellas zonas y colectivos más pobres del mundo.

Hace unos días vimos una subida en el precio del trigo de buena calidad del 22 por ciento en una sola sesión; este trigo, que se utiliza para hacer el pan, se ha más que duplicado en el año, después de haberse multiplicado por cuatro el pasado. El índice mundial de precios alimenticios que elabora The Economist subió en dólares un 57 por ciento entre febrero de 2007 y de 2008; en el área del euro ha sido algo menor, del 33 por ciento, por la apreciación del euro frente al dólar. Hay tres tipos de razones para este incremento, unas de demanda, otras de oferta, y una tercera que es especulativa.

Desde el lado de la demanda se menciona el cambio en la dieta en China, la India, Rusia y otros países, cuyo crecimiento permite a una parte de la población consumir productos como la carne, que exigen un fuerte componente de grano. También la demanda para biofuel es responsable y habrá que plantearse qué sentido tiene abaratar el precio de la energía encareciendo los alimentos. Desde la oferta, las noticias son de malas cosechas en EEUU y Europa, y algunos productores como Argentina, Rusia y Ucrania están restringiendo las exportaciones para poder controlar los precios internos.

En el mercado de cereales las empresas que elaboran productos alimenticios tratan de asegurarse suministros y precios, aumentan sus stocks y contribuyen al alza de los precios; lo mismo ocurre con algunos países que saben que no podrán trasladar al consumidor el efecto pleno de los precios y tienen un comportamiento similar a las empresas. Por otra parte, en un mercado tan volátil como el actual, está entrando parte de la liquidez que se retira de la bolsa, el sector inmobiliario y la renta fija, creando lo que sin duda es ya una burbuja; de hecho se están dando (como ha sido el caso de MF Global) pérdidas de control en las posiciones de negociación similares a las ocurridas recientemente en el sector financiero.

Hay al menos que mencionar la forma desigual en que los productores, los elaboradores y los distribuidores sufren o se benefician de esta situación, y sus posibilidades de trasladar el incremento de precios que reciben. Pero, sin duda, los más perjudicados son las clases bajas urbanas y los pobres de los países pobres que reciben alimentos del programa de Naciones Unidas. Tenemos tecnología suficiente para alimentar a la población del planeta, por eso es urgente que los estados aborden el problema con un pacto político que tenga en cuenta la producción y los aspectos financieros; es una responsabilidad colectiva que nadie puede eludir.

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