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La tribuna

rafael Martínez-cañavate

Un precio competitivo de la energía

EL precio y el consumo de la energía, ahí reside el problema. La industria andaluza necesita imperiosamente que se elabore un marco legal estable en materia energética. Es absolutamente vital para su supervivencia. Para ser competitivos en el mercado internacional, donde partimos con gravosos hándicaps, debemos tener un marco estable mantenido en el tiempo. Los proyectos de futuro que se generan en la industria dependen mucho de en qué escenario vamos a actuar. Hoy, desgraciadamente, los escenarios no son propicios.

El control de los costes de la energía está centrado en dos factores: el precio de la unidad de energía y el consumo unitario de energía; es decir, la cantidad de energía consumida por unidad de producto fabricado o transformado.

El precio es trascendental para el futuro del sector. Trascendental porque las industrias son grandes consumidores de energía y, en casi todos los casos, porque es el principal componente de los costes variables de producción. Sobre los consumos unitarios, la solución está, como lo viene haciendo Cepsa y otras tantas andaluzas, en reducir energía; esto es, aumentar la eficiencia energética.

Está claro que en las estructuras industriales de costes la energía representa el capítulo más importante y casi decisivo para ser competitivo. De lo contrario, el fin es la expulsión del mercado. El coste energético puede oscilar, así de problemático, entre el 20% y el 50% de los costes totales de producción.

Al referirme a la energía, reseño a su conjunto -eléctrica y térmica-, que a su vez están ligadas. Y recuerdo que los principales componentes de la energía térmica son el gas natural y los derivados de petróleo como el fuel oil. En Europa, debido a la amenaza del cambio climático, a sabiendas de que nos encontramos en un mercado global encarnizadamente competitivo, decidimos motu proprio elevar a rango supremo la política del 20/20/20. ¿Qué es el 20/20/20? Una política que consiste en implantar para 2020 un 20% reducción de gases de efecto invernadero, un 20% de renovables y un 20% de incremento de la eficiencia energética. Y todo ello, sin plantearnos que el precio a pagar supone, por el aumento de costes, el cierre de, como mínimo, el 20% de la industria. Es decir, perder más empleo estable y más formación tecnológica.

Sobre el precio de la electricidad, que viene influido sustancialmente por el precio del gas, recibe además unas cargas que han primado las políticas ambientales sobre las puramente energéticas o económicas, sin que los impactos de semejantes medidas estuviesen evaluados con proyección futura. Ejemplo, las llamadas "primas al régimen especial", que se han multiplicado por siete desde el año 2004 al 2013, pasando de 1.243 a 9.250 millones de euros, incrementando los precios y descolocándonos frente a los propios competidores europeos. Aún hay que pagar un déficit tarifario, superior a los 30.000 millones de euros, creado por esta política.

"No sabemos lo que nos pasa y eso es lo que nos pasa", decía Ortega. Como certificado, unos datos que publicaba Vidal-Folch en El País -Todo contra la industria- hablando del sector en España: hemos pasado de tener un 25% de PIB industrial en 1980 a un 13% en 2013; las cifras andaluzas son aún inferiores.

España y, en general, Europa también parece que está renunciando a explotar las fuentes de Shale-Gas y Shale-Oil. Éstas han permitido a EEUU disfrutar de un precio más barato. Eso significa que el gas sea un 60% más barato que en Europa y el petróleo un 15%, cuando hace cinco años eran similares. Estas enormes diferencias, queramos o no, no van a poder ser absorbidas por la eficiencia, habida cuenta que las tecnologías son las mismas.

Todo este cúmulo de vectores, en la misma dirección, nos dibuja un futuro complicado. Tengamos en cuenta que Europa producirá lo que EEUU no sea capaz mientras instala nuevas fábricas para abastecer ese mercado global. Las nuevas inversiones, en industrias de consumos energéticos unitarios importantes, ya se están desplazándose hacia América o el Golfo Pérsico.

Por todo ello, ¿qué tenemos que plantear como necesidad de la industria andaluza respecto de este punto de los precios? Simplemente: primero, un precio de la energía que nos permita competir en los mercados internacionales, y, segundo, un marco estable que nos dé previsibilidad y seguridad en el medio/largo plazo. Respecto del segundo parámetro, el esfuerzo por mejorar la eficiencia energética ha sido espectacular en nuestras empresas. Gracias a ello se ha compensado una parte de los incrementos de precios. Y seguiremos en el esfuerzo.

Andalucía debe competir. Las empresas onubenses de AIQBE, con decenas de proyectos, han superado ampliamente el objetivo de mejora de eficiencia del 20%, llegando a alcanzar valores de más del 40% en las industrias de mayor consumo energético. Pero nos hace falta algo más para competir con otros mercados. Andalucía no se puede permitir el lujo de no ser competitiva.

Como decía Einstein, la energía más potente es la voluntad. Añadamos la concienciación y motivación. Éstas ya han llegado a la industria por razones de competitividad. Ahora es necesario que llegue a las administraciones y a la sociedad en general.

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