La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El pregón

José Ignacio del Rey Tirado pronunció ayer lo que para mí es un pregón de la Semana Santa de Sevilla

Por fin un pregón de la Semana Santa de Sevilla tal y como algunos, espero que muchos, la vivimos, como nuestros padres nos enseñaron a vivirla, y como la enseñamos a nuestros hijos. No se trata de la Sevilla eterna, que ninguna ciudad -ni siquiera Roma- lo ha sido ni lo será, sino de lo único eterno que existe, Dios; y de cómo a lo largo de los siglos y los días los sevillanos han trenzado su relación con Él a través de las sagradas imágenes, las hermandades y los barrios -porque hay barrios que son como hermandades, celosas custodias de sus devociones: Macarena, San Bernardo, Triana o Tiro de Línea- que han traído la eternidad a los días, ensanchándolos, ahondándolos, abriéndolos a un horizonte ilimitado; y han traído la ternura, la compasión, el consuelo, la fuerza y suelo firme bajo los pies a tantas vidas.

De esto se trata y no de otra cosa. Esto hizo su grandeza artística, su hondura religiosa y su emoción humana. Y por este orden. Porque la grandeza artística es la que convirtió las sagradas imágenes en esa teología y predicación esculpida que revela a los más sencillos los más hondos misterios de Dios y de la vida. Por eso le agradezco a mi primitivo hermano que iniciara su pregón preguntándole a los sevillanos a quién buscan en la Semana Santa. Porque de a quien busquemos depende a Quién encontremos. Lo demostró el Gran Poder cuando salió en noviembre hendiendo multitudes sobrecogidas y calladas: sabían a Quién buscaban los cientos de miles de sevillanos que se echaron a la calle para verlo. Y lo encontraron. La forma en que una pregunta se plantea es esencial para encontrar la respuesta. Saber qué se busca es el requisito primero para hallarlo.

José Ignacio del Rey Tirado pronunció ayer lo que para mí es un pregón de la Semana Santa de Sevilla. De la suya, dicha a su manera y con su estilo, porque hay tantas Semanas Santas como sensibilidades y memorias; y de la nuestra, porque hay un sentimiento esencial y primero compartido por cuantos la viven con hondura: la devoción a Jesús Nazareno y a su Madre. Y como esto lo dejó claro desde el principio con su hallazgo de preguntarnos a todos a Quién buscamos en la Semana Santa, no fue difícil entroncar lo suyo con lo nuestro, todos unidos en esa búsqueda común de Dios que le devolverá a la Semana Santa, y a su cumbre, la Madrugada, esa emoción sagrada que el pregonero invitó valientemente a restaurar.

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