DENTRO de la ensalada de premios taurinos que se adjudican en esta ciudad nuestra hay unos que son especialmente entrañables. Entrañables y ya tradicionales, ya que los que se entreguen este mediodía junto al río son los de la trigésima tercera edición. Treintaitrés años de que a Ramón Vila se le ocurriese recordar al padre dándole su nombre a unos trofeos que tienen al quite como argumento. Tratándose de los premios Doctor Vila Arenas, qué suerte más adecuada que la del quite. Quite artístico y quite providencial destinado al samaritano que salvó de un percance a un compañero. Y en esta ocasión son dos mexicanos los premiados; curiosamente, dos aztecas los galardonados en vísperas de una feria en la que no se cuenta con ningún compatriota del artista Joselito Adame y del providencial David Silveti, que son los agraciados con premio tan especial.
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