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El poliedro

José Ignacio Rufino / Economia@grupojoly.com

Los presupuestos arrastrados

La mayor parte de los menguantes ingresos públicos se dedicará a devolver deuda también pública

ÉRAMOS pocos y parió la abuela. La abuela de Nueva York, la gran abuela. Vapuleada España con sus enemigos interiores (el repentino secesionismo catalán instrumentado desde su propio Govern y seguido masivamente en Cataluña; los terribles estrangulamientos de liquidez de instituciones y empresas; los continuos incumplimientos de los presupuestos de ingresos fiscales públicos; los también continuos recortes en los gastos sociales), llega el New York Times y saca con todo lujo -es un decir- de fotos un reportaje demoledor, exagerado y dañino sobre la situación de degradación de las relaciones económicas y sociales de nuestro país. El periódico planetario de referencia muestra una España en trance de estar desdentada, con tiña, remendada, encabronada y muerta de hambre. El titular era claro: "Austeridad y hambre". Un martillazo en la cocorota atizado desde Manhattan, como quien dice, un ratito antes de que el Gobierno presente su ley de presupuestos, quizá los más austeros de la historia reciente de España. ¿Lleva la austeridad al hambre, por lo menos en nuestra situación? ¿Hay una relación causa-efecto, una austeridad inexorable que inexorablemente conduce a la pobreza esencial, la de la dieta obligatoria y radical? No lo creo, pero dentro de un orden. O sea, sí, pero no tanto.

Los presupuestos presentados el pasado jueves son, más que austeros, unos presupuestos de ingresos y gastos arrastrados por las circunstancias. La capacidad de maniobra del Gobierno está por supuesto condicionada por la presión exterior de los inversores y los socios comunitarios del norte. Pero también lo está por los errores del anterior Gobierno y los no pocos errores, demoras y balbuceos partidistas del Gobierno vigente.

Quien suscribe está declaradamente descreído de las enseñanzas y predicciones de una Economía que no recuerda sus crasos errores y sus negligencias en la inspiración de la política económica. Más que de la Economía -la pobre-, de sus figuras de referencia, con contadas excepciones que pasaban otrora por ser unos friquis. Unas figuras que no parecen sentir rubor por sus colosales resbalones, sino al contrario: vicios de la memoria selectiva. Quien suscribe no cree tampoco en los presupuestos, al menos en su cumplimiento, y menos en las estimaciones de crecimiento del PIB: la realidad dice que siempre fallan, y bastante (vaya también por delante que los de mi propio hogar también son escopetas de feria). Pero sí hay, al menos, elementos en los presupuestos para deducir cuáles son las circunstancias perentorias y cómo se las pretende afrontar.

En algunos casos, las circunstancias no permiten alternativa: es el caso de los PGE 2013, que se centran en devolver los intereses de la deuda. No la deuda esa tan letal de las familias y las empresas, sino la deuda adquirida por el Estado para compensar la caída brutal de los ingresos fiscales. Que esa caída de los ingresos públicos sea debida precisamente a la propia política de austeridad por encima de todo y cueste lo que cueste mañana, eso, es una cuestión de fe: usted cree que la política de austeridad lleva en el límite al colapso por inanición, o bien cree que este país es un desastre con demasiadas coberturas y seguridades, y que hay que adelgazar todo lo que habíamos engordado de más. No adelgazar un poco ni poco a poco: a lo bestia. Una de las cosas más graciosas de esta fe dicotómica es que hay reputados gurús y hasta premios Nobel en un lado y en otro. Como para fiarse. Lo dice un pecador; humilde, pero pecador.

Siempre nos quedará la Lotería y el azar cada vez más recurrente en las charletas de calle. La evidente ludopatización de baja intensidad de la sociedad española también va a tener su hachazo: el 20% de la ganancia será para el Estado canino. Menos mal que a usted y a mí nos tocará antes de 2013.

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