TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

la ciudad y los días

Carlos Colón

El pretexto del varal

EL amparo del anonimato, agravado por los prejuicios e infectado por el desconocimiento, está convirtiendo los correos electrónicos de los periódicos en una cloaca en la que la libertad de insultar ha sustituido a la de expresarse. La rotura del varal que obligó a interrumpir la procesión de la Virgen del Rocío ha sido una ocasión para que los lectores alfabetizados pero no educados vuelquen en las ediciones digitales de la prensa local (también en la nuestra, por desgracia) un Niágara de insultos contra los almonteños: "borrachos", "salvajes", "cafres", "bestias pueblerinos", "terroristas", "fanáticos"… Me permitirán que no reproduzca los insultos a la Virgen, a la devoción a las imágenes y al cristianismo.

Algunos comentarios sensatos también había, pero eran los menos. Y alguno dolido escrito por almonteños y rocieros que ven con preocupación los excesos que se dan en los últimos años. Nadie los deplora más, ni lucha más contra ellos, que los almonteños que saben sentir y hacer las cosas. Pero ¿cuánta gente sabe hoy sentir y hacer en lo que a las fiestas religiosas populares se refiere? Para lo bueno y para lo malo son espejo de su tiempo porque están vivas; y los tiempos son los que son. Si en la Semana Santa de Sevilla, procesión urbana en vez de romería rural y por ello mucho más reglamentada, se dan excesos que muchos deploramos, ¿cómo iba a estar a salvo el Rocío de ellos?

Un lector (afortunadamente de otro medio) escribía: "Son como animales, maleducados, engreídos, prepotentes, egoístas, agresivos, violentos, provocadores… Y encima creen que aquello es suyo y que la devoción es propia. ¡No les queda na que aprender de las devociones de Sevilla!". Yo mantengo lo contrario: ¡No nos queda nada a los sevillanos que aprender de la devoción de los almonteños! Sus excesos y problemas son mayores que los nuestros porque allí todo se da a una escala mayor. En la aldea se concentran más de un millón de personas y Almonte tiene 22.000 habitantes: apliquen proporcionalmente este crecimiento a Sevilla e imagínense a nuestras cofradías saliendo a una ciudad que ha multiplicado por 50 su población.

Ya lo sé: de sacar y llevar a la Virgen se ocupan ellos. Pero si tantos jóvenes de las ciudades están arrasados por la deseducación y la aculturación, nadie ignora cómo están las cosas en los pueblos. El Rocío nunca ha vivido un horror parecido al pánico de la Madrugada del año 2000. Varales se han roto en Sevilla, y coronas se han caído. Procuremos tener más memoria y ser más educados con nuestros anfitriones almonteños, porque a su casa van quienes peregrinan.

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