La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La primera de 2018

No se puede legislar en caliente ni ignorando la realidad con un buenismo tan ciego como el acaloramiento

El viernes una mujer ha sido asesinada por su ex pareja en Los Realejos (Tenerife) ante su hija de 9 años. Es la primera víctima de 2018. El año pasado se cerró con 48 mujeres asesinadas (cuatro más que en 2016), ocho niños asesinados por las parejas o ex parejas de sus madres y 27 menores huérfanos. Según las organizaciones internacionales que defienden los derechos humanos, el término violencia de género pretende distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género. Esta distinción puede ser útil en la lucha a favor de la igualdad de derechos y contra el maltrato y asesinato de mujeres. Pero sólo a condición de que no se olvide que la violencia, la crueldad y el desprecio hacia la vida de los otros -con independencia de que se trate de hombres o mujeres y de adultos o niños- forma parte de la naturaleza humana y sólo puede ser corregida a largo plazo con la educación en valores y, a corto plazo, con las acciones policiales y legales que garanticen la protección de las mujeres y los menores en situación de riesgo, y el castigo ejemplar de los agresores y asesinos, en no pocos casos tan abandonados a sus violentos instintos no reprimidos que se suicidan tras cometer el asesinato.

Lo que nos conduce a la cuestión ética del mal y a la legal del carácter punitivo de las leyes. De no tenerlas en cuenta cometeríamos los errores de ignorar los aspectos más oscuros de la naturaleza humana y de legislar en consecuencia, considerando que la prisión permanente revisable vulnera, como dijo un diputado del PNV al presentar la iniciativa de su derogación, "el principio constitucional de humanización de la pena, orientada a la reinserción y a la reeducación".

Dicho sin apasionamiento: ¿tiene posibilidades de reeducación y derecho a la reinserción el primer condenado a prisión permanente revisable, David Oubel, que descuartizó a sus hijas de 4 y 9 años para vengarse de su ex mujer? ¿La tendría José Bretón, que fue condenado a un máximo 25 años de cárcel que no cumplirá íntegramente tras asesinar a sus hijos de 2 y 6 años? Urge, ante la primera mujer asesinada en 2018 -con el agravante de que el crimen se cometió ante su hija menor de edad-, abordar estas cuestiones educativas, éticas y legales. No se puede legislar en caliente. Pero tampoco ignorando la realidad o retorciéndola para que se adapte a un buenismo tan ciego como el acaloramiento.

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