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la tribuna

Evaristo Páez

El prometedor otoño turco

DADO que calificamos las rebeliones que se han venido produciendo en el mundo musulmán como "la primavera árabe", probablemente habría que denominar la fase actual como "el prometedor otoño turco". En las recientes elecciones en Marruecos acaba de ganar un partido islamista, el PJD, Partido de la Justicia y el Desarrollo. En Egipto, el brazo político de los Hermanos Musulmanes se denomina Partido de la Libertad y la Justicia. Se podría incluso pensar que estos partidos han elegido sus denominaciones para emular, y capitalizar, la gran admiración de la que goza el AKP turco en estos países.

Las siglas AKP son las del Partido por la Justicia y el Desarrollo, que ha gobernado en Turquía los últimos ocho años y que ha ganado, por una amplia mayoría, las elecciones del pasado junio. Su líder, Tayyip Erdogan, ha sido uno de los principales símbolos de los egipcios que protestaban en la plaza Tahrir. La increíble aclamación popular que ha recibido en sus visitas a Libia, Túnez y Egipto no ha hecho más que reforzar su posición. A la espera de que se consoliden las distintas democracias surgidas de la primavera árabe y los nuevos gobiernos nacionales, Erdogan aparece como uno de sus grandes líderes. Es ahora cuando estos países deben de decidir si seguirán la senda de Turquía o tomarán un camino diferente. El espíritu revolucionario y el deseo de cambio que han impulsado la primavera árabe es la base sobre la que deben estructurarse las sociedades futuras de estos países. Si tienen éxito, servirán como ejemplo a otras naciones en situaciones similares.

El AKP turco siempre ha sido un partido islamista moderado. En la política turca tan sólo denominar un partido como islamista era razón suficiente para su desaparición. Los tribunales de justicia turcos estuvieron a punto de prohibir el AKP en 2002 y en 2008, al considerar que tenía una agenda islamista. Erdogan, estuvo en la cárcel en 1998, por leer un poema con referencias islámicas. El poema rezaba "las mezquitas son nuestros barracones, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los fieles nuestros soldados…". Aunque estas referencias puedan parecer alarmantes, tienen poco que ver con la realidad social turca. El liderazgo del AKP en Turquía se debe más a la economía que a la religión. Su gran éxito se basa sobre todo en sus logros económicos. En los ocho años que Erdogan lleva en el poder, la renta per cápita en Turquía se ha multiplicado casi por tres, pasando de 3.412 a 10.079 dólares.

Es imposible entender hoy día Turquía sin la figura todavía omnipresente de Mustafa Kemal Atatürk. Su gran apuesta fue crear y cimentar una sociedad laica, separando las leyes seculares de las religiosas. Modificó el código penal y el civil, siguiendo las pautas de los códigos occidentales e introduciendo, entre otros derechos, la igualdad de las mujeres. En sus palabras, "los cambios sociales pueden llegar …. dando libertad a las mujeres…". Sirva como ejemplo el hecho de que en las universidades e instituciones turcas esté prohibido que las mujeres lleven velo. La protección de estos derechos ha sido tan esencial que ha originado cuatro golpes de estado, en 1960, 1971, 1980 y 1991, este último político, cuando los militares, garantes históricos del laicismo político, consideraron que los gobiernos tenían una marcada agenda islamista y debían convocarse nuevas elecciones con partidos únicamente laicos.

Claramente no es ésta la mejor manera de garantizar la laicidad en un país; pero no hay duda de que haber educado a la sociedad turca en una clara separación entre la esfera civil y la religiosa es uno de los grandes logros de la Turquía moderna y una de las principales razones, junto con su dinamismo económico, de sus éxitos actuales. El AKP ha sabido preservar la laicidad y mantenerse a su vez lo suficientemente islamista como para ser fiel a sus principios. Turquía es hoy día una sociedad moderna y laica, con respeto a su identidad religiosa.

Es importante que los nuevos gobiernos de Marruecos, Túnez, Libia y Egipto no olviden y tengan en cuenta estos esquemas y peculiaridades. En una reciente entrevista en la televisión egipcia, Erdogan dijo a los candidatos a gobernar el país: "No tengáis miedo de la secularización porque ésta no significa ser enemigo de la religión"... "Espero que el nuevo régimen de Egipto sea secular". Estas frases, de un presidente islámico, expresan la esencia del modelo turco y deben ser las que guíen los nuevos gobiernos que surjan de la primavera árabe, si quieren emular su éxito. Desafortunadamente, estas manifestaciones, "supusieron un gran shock para los Hermanos Musulmanes, que contestaron que no necesitaban recibir lecciones del turco". No cabe duda que el modelo turco supone actualmente un avance importante, tanto para Oriente como para Occidente.

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