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La tribuna

carlos Carrera Ortiz

La protección de la intimidad

LA intimidad (o privacidad) es el espacio de la vida personal que queremos preservar de injerencias externas. Es todo aquello que no queremos que sea visto, captado o escuchado por otros porque entendemos que pertenece a nuestra vida privada personal y familiar.

Ese espacio, más o menos amplio en las distintas culturas y épocas históricas, siempre ha existido, porque la intimidad está unida de manera indisociable a la libertad y a la dignidad de la persona. La intimidad es el ámbito de nuestra libertad que no deseamos socializar. Dignidad, libertad e intimidad es una ecuación esencial para la vida humana.

Los regímenes totalitarios han negado la dignidad, la libertad y la intimidad a buena parte de la sociedad. El poder totalitario siempre invade la privacidad, a la vez que suprime las libertades. No quiere que ningún espacio escape a su dominación. Orwell en su obra 1984 describe una sociedad en la que el Gran Hermano capta todas nuestras actividades, sonidos e imágenes. Es la vigilancia y el control absolutos.

En la aldea el espacio privado existe, pero se constriñe como consecuencia de la proximidad entre los individuos. El chisme está a la orden del día. La vida urbana y el nuevo tipo de familia que en ella se configuró permitieron un mayor espacio a la intimidad y el anonimato. Pero he aquí que hoy nos encontramos en la aldea global y en la civilización del espectáculo. Internet, las redes sociales, el teléfono móvil y la tableta permiten la proximidad instantánea dondequiera que nos encontremos. Ahí volcamos lo que hacemos, nuestra imagen, nuestras opiniones y gustos, nuestros datos personales y hasta nuestra ubicación. El espacio de la intimidad -y del silencio- se reduce y ello nos hace más vulnerables.

La libertad de información, esencial en una sociedad democrática, colisiona con frecuencia con el derecho a la intimidad. Y también con el derecho al honor, a la propia imagen y a la protección de los datos personales. La Constitución garantiza estos derechos fundamentales y el Tribunal Constitucional ha establecido los límites de manera que ninguno de estos derechos quede anulado por el otro. Contamos con la protección penal y civil de estos derechos, pero ello no impide que encontremos constantes vulneraciones para cuya reparación hay que acudir a los tribunales.

La intimidad se vende bien. Las revistas y programas de televisión de mayor audiencia viven de la exposición de la intimidad de personas conocidas; muchas de ellas venden su intimidad y otras muchas la compran. Es un negocio que se alimenta del exhibicionismo y del morbo, y que nos entretiene y nos permite evadirnos de los problemas que nos aquejan.

Como dice Vargas Llosa en La civilización del espectáculo (2012), vivimos en una sociedad en la que "el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal", el valor supremo. Y añade: "La revelación de la intimidad del prójimo es una costumbre cada vez más generalizada que ha conseguido, de hecho, que en nuestra época la privacidad desaparezca, que ningún rincón de la vida de cualquiera que ocupe la escena pública se libre de ser investigado, revelado y explotado a fin de saciar esa hambre voraz de entretenimiento y diversión que periódicos, revistas y programas de información están obligados a tener en cuenta si quieren sobrevivir y no ser expulsados del mercado". Sólo unos pocos medios rehúyen esta tentación.

Una imagen íntima de una concejala difundida sin su consentimiento invade las redes sociales. Luego ella, esta vez de forma voluntaria, se exhibe en una revista. Un individuo a través de wifi invade los hogares de sus vecinos y los espía durante meses desde las webcam de sus propios ordenadores. Una operación policial (Pitiusa) desvela una red de compra de datos personales en la que aparecen implicados miembros de distintas administraciones obligados a custodiarlos. Las agencias de inteligencia, ante la amenaza de las nuevas formas de terrorismo, vigilan y controlan redes de telefonía, correos electrónicos y conexiones a internet.

Todos nuestros datos personales están en internet. Por ello internet no es sólo una ventana abierta al mundo que nos proporciona ingentes posibilidades de información y comunicación. Es también una ventana a través de la cual otros pueden invadir nuestra intimidad y causarnos perjuicios. Si no protegemos nuestra privacidad es posible que sin darnos cuenta estemos perdiendo importantes espacios de libertad y configurando una sociedad en la que un nuevo Gran Hermano nos vigila y controla.

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