la ciudad y los días

Carlos Colón

No se puede ser vaquero eternamente

UNO. En 1895, el año en que nacía el cine, Frederic Remington pintó The Fall of the Cowboy: en un desolado paisaje nevado dos vaqueros tienden alambradas. El cuadro levantaba acta de la muerte del viejo Oeste ganadero a causa de las alambradas que marcaban la desaparición de los terrenos libres y los duros inviernos de entre 1885 y 1887 que pusieron fin a la era de los grandes ranchos. El salvaje Oeste real desaparecía para convertirse en literatura popular y espectáculo.

Desde 1883 Buffalo Bill recorría los Estados Unidos y Europa con su Wild West Show. Desde 1901 las novelas baratas que habían convertido a los vaqueros y forajidos en héroes daban paso a las más elaboradas novelas del Oeste de Francis Bret Harte, Owen Wister, O'Henry, Stewart E. White, Zane Grey o del alemán Karl May. En 1903 Asalto y robo de un tren inauguraba el western cinematográfico y en 1914 William S. Hart (de quien se acaba editar en DVD El hijo de la pradera) se convertía en la primera gran estrella del género.

Dos. En 1963, cuando el western agonizaba -ese año Ford se despedía de él con El gran combate-, Jack Schaefer publicaba Monte Walsh.

Consagrado como uno de los maestros de la última generación de escritores de novelas del Oeste tras la publicación de Shane en 1949 (llevada al cine por George Stevens: Raíces profundas), Schaefer escribió el más emocionante relato del fin de los cowboys a través de las peripecias de Monte Walsh y Chet Rollins, dos vaqueros que han sobrevivir tras la desaparición del rancho en el que trabajaban.

Tres. En 1970, cuando el western ya había muerto como género estable -ese año Hawks se despedía de él y del cine con Río Lobo- William A. Fraker llevó Monte Walsh a la pantalla en el que junto a La balada de Cable Hogue de Peckimpah -no casualmente estrenada ese mismo año- es el más hermoso réquiem oficiado por el género más bello del cine.

La interpretaban Lee Marvin, Jeanne Moreau y Jack Palance. Compuso su conmovedora banda sonora John Barry. Mama Cass cantaba su tema principal, The good times are coming. Se cerraba el arco abierto por Remington en 1885 con The Fall of the Cowboy -casi literalmente reproducida en Monte Walsh- y en 1903 con Asalto y robo de un tren. En 1972 Eastwood iniciaba su extraordinario ciclo de western con Joe Kidd. Pero era un cazador solitario. Esta temporada los Coen nos han regalado Valor de ley. Pero es una excepción.

Y cuatro. Por fin Monte Walsh -injustamente olvidada- se ha editado en DVD en nuestro país. Dejen lo que estén haciendo y vayan a comprársela. No se arrepentirán. Palabra.

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