PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Una puerta y dos colegios

UNA puerta y sus dos hojas bastan para separar las dos realidades del sistema educativo en nuestra tierra. Los niños del colegio público Juan XXIII, en Castilleja de la Cuesta, llevan tres días sin ir a clase por la preocupación que tienen sus padres sobre el mal estado del centro desde que se desplomó un portón metálico de más dos metros de alto, y unos 80 kilos de peso, justo cuando los pequeños de tres años estaban formados para la salida. Las familias presionan a la alcaldesa, Carmen Tovar, para que se implique en remediar el mal estado de un vetusto colegio en el que no se invierte porque está pendiente la construcción de un nuevo centro. Pero no se fían del informe que haga el arquitecto municipal y exigen un perito independiente.

Al otro lado de esa puerta están los colegios concertados, mayormente de órdenes religiosas. También son sostenidos por todos los contribuyentes, ateos incluidos, pero tienen otro modelo de gestión que se manifiesta en las relaciones entre dirección, profesores, padres y alumnos; en el mantenimiento y equipamiento de los centros; en la oferta de actividades complementarias. Es más improbable que se caiga un viejo portón en un colegio concertado, y es más cierto que tardan menos días en remediar cualquier anomalía. Hay una gran diferencia entre el margen de maniobra que tiene un director de concertado, respecto al director de uno público, a la hora de prevenir y de paliar. Eso vale para una avería, para reemplazar la baja de un profesor o para hacer deporte.

Aunque algunos grupos minoritarios intentan hacer de la educación una trinchera ideológica, coincido con Chamizo, el Defensor del Pueblo, que está al cabo de la calle del sentir ciudadano: "No nos engañemos, la mayoría de la gente no quiere colegios concertados por el ideario, sino que se le garantice el aula matinal, el comedor, las actividades extraescolares y un profesorado adecuado. Si todos los centros públicos tuvieran la misma calidad que los concertados, todo cambiaría".

Las cuentas son fáciles: a todos los padres que pugnan por meter a sus hijos en los concertados, incluso recurriendo a fraudes y engaños, réstenles todos los que no van a misa, salvo para hacer el paripé en las bodas, bautizos y comuniones. Así de inflada está la ratio gracias al Gobierno andaluz.

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