AJUSTEN sus agendas, reorganicen sus compromisos con familiares y allegados, replanteen sus vacaciones, hagan de nuevo las cuentas del dinero que van a gastar, tiren por la borda sus estrategias de ventas pre y pos cabalgatas de regalos. Todos los planes navideños son poso de papelera desde que ayer, a las seis de la tarde, el Gobierno andaluz aceptó adelantar al 2 de enero el periodo de rebajas, a petición de la patronal del escaparate. Si en los pequeños o grandes comercios el hilo musical hubiera comunicado la noticia de inmediato, la desbandada de los consumidores plegando monederos no la escenifica mejor ni Spielberg. Por vez primera, las Rebajas de Occidente llegan antes que los Magos de Oriente. Ténganlo en cuenta en el Ateneo, porque el Heraldo Real difícilmente podrá abrirse paso por Tetuán con el gentío cargado de bolsas y de una tienda para otra con los encargos del amigo invisible.

Además de la enorme ventaja competitiva que en esta campaña van a tener Melchor, Gaspar y Baltasar respecto a Papá Noel (¿y ahora cómo se le explica a ciertos niños que gracias a Chaves el nórdico Santa Claus se ha vuelto tacaño?), la piedra de toque de este hecho excepcional es quién rebaja y qué rebajan. Si finalmente todos los sectores secundan al textil y cambian las etiquetas y la información de los códigos de barras (descomunal tarea), incluso los jugueteros, perfumerías, libreros, etcétera, del 2 al 5 de enero acaecerá ante las cajas registradoras la bulla más grande que imaginarse pueda.

Desde el punto de vista consumidor, es una gran noticia, que da pie a que cada cual estudie sus prioridades para reservar tiempo y dinero a esos cuatro días que pondrán a prueba las tarjetas de crédito. Si miramos la otra cara de la moneda, resulta obligado preguntarse qué van a facturar muchos establecimientos desde hoy y hasta fin de año, si la necesidad de vender ha puesto en bandeja la gran ocasión de comprar.