Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

g recia y la geoestrategia

DEFINITIVAMENTE la crisis griega se aleja del terreno de la economía y los mercados y pasa a disputarse de lleno en el terreno de la política con mayúsculas. La presencia de Tsipras en el Parlamento Europeo ha permitido escenificar las diferencias en torno al recorrido del proyecto de integración económica y monetaria en Europa, al que desde el fracaso de la Agenda de Lisboa no han dejado de salirle achaques. Lo más significativo, al menos desde un punto de vista geoestratégico, está siendo la aparición en escena de presidente norteamericano, sin duda preocupado por las bases militares en suelo griego, pero también por el riesgo de fisuras en su estrategia para torpedear los esfuerzos de Putin para devolver a Rusia al a categoría de potencia mundial. Grecia es un país pequeño, pero puede abrir una dolorosa grieta en el bloqueo occidental de respuesta a la invasión rusa de Ucrania y en el proyecto de tratado de libre comercio con Europa, lo que significa que a las dimensiones estrictamente económicas y financieras del problema griego se añaden otras de naturaleza militar y geoestratégica, donde las posiciones son menos coincidentes y refuerzan la presencia de ingredientes políticos en cualquiera que sea su resolución final.

Los que aceptaron formar parte del proyecto sabían que en el euro se puede entrar pero no salir. A pesar de ello, en todos los estados existen grupos que postulan el abandono, aunque ninguno había llegado a tocar poder. La primera excepción ha sido Syriza, cuyos pronunciamientos a favor de abandonar el euro fueron frecuentes antes de las pasadas elecciones y que incluso después de ganarlas han llegado a plantear la posibilidad de una salida ordenada del euro. La opción de volver al dracma parece descabellada por el inconveniente de una más que probable vertiginosa depreciación, que haría todavía más irrespirable el problema de la deuda externa. Otra posibilidad sería mantener el euro como moneda oficial, pero abandonando las estructuras del sistema. Funciona en otros países, como el cercano Montenegro, aunque gracias a una estricta disciplina macroeconómica, que dista mucho de la situación griega. También cabría la posibilidad de crear una moneda para operaciones interiores, mientras que con el exterior podría operarse en euros, dólares o incluso rublos.

Es precisamente cuando se considera la posibilidad de una mayor presencia del rublo en la economía griega cuando los norteamericanos comienzan a ponerse nerviosos. La economía rusa que en 2015 tendrá un crecimiento negativo del 3%, no está precisamente para hacer grandes alardes, pero es evidente que el grupo de las principales economías emergentes del mundo está dispuesto a calentar el ambiente. Hoy mismo acuden China, India, Brasil y Sudáfrica a la convocatoria de Putin para impulsar el Nuevo Banco de Desarrollo, entre cuyos objetivos figura precisamente el de convertirse en alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Tienen previsto hablar de Grecia y es muy probable que todos consideren la posibilidad de que el país heleno se vea forzado a buscar nuevas referencias financieras fuera de la Eurozona.

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