hoja de ruta

Ignacio Martínez

El regente

EN política, como en la vida, hay instantes que cambian el curso de la historia. La noche del 21 de julio de 2000, la víspera de la inesperada elección de Zapatero como secretario del PSOE, el presidente de la Junta y secretario regional de los socialistas andaluces convocó a los ocho secretarios provinciales para pedirles que sus delegaciones votaran a Bono. Discreparon al menos tres: Moratalla, de Granada; Asenjo, de Málaga, y en menor medida Mellado, de Córdoba. Tres personas tensaron la reunión. Los dos primeros, el secretario de Jaén Zarrías y el portavoz parlamentario Caballos, aspiraban a cargos con Bono. Pero el más molesto con la desobediencia de los cuadros fue Luis Pizarro, convertido con el tiempo en un cuadro desobediente. Aquel plante, contra el liderazgo fuerte de Chaves y Pizarro, permitió el triunfo de Zapatero y cambió la historia.

Griñán ha ejercido hasta ahora un liderazgo débil. El presidente de la Junta tiene un hándicap: no se presentó como candidato y eso merma su legitimidad. Es como un regente hipotecado hasta que las urnas le den autoridad. Transmite esa impresión en el Gobierno, pero aun más en el partido: le viene más grande el liderazgo del PSOE andaluz que la dirección de la Junta. A estas alturas quizá se haya arrepentido de haber reclamado todo el poder en el partido. Al fin y al cabo lo suyo fue un dedazo. La principal baza de Griñán fue la voluntad de Chaves, de la que ha prescindido.

Los políticos tienen mucha facilidad para prescindir de sus principios. Por ejemplo, Zapatero llegó al liderazgo del partido porque el PSOE estaba en crisis. No por haber perdido las elecciones, sino al revés: perdió las elecciones porque su modelo estaba agotado. Y la renovación fue el núcleo del discurso del dirigente leonés, que encandiló a los delegados. De aquel discurso nunca más se supo. Con la victoria en la mano, los jóvenes de Nueva Vía olvidaron el cambio de modelo de partido y se dedicaron a ganar las elecciones generales. Pero en diez años de liderazgo negligente de Zapatero el PSOE no ha recuperado ninguno de los grandes feudos electorales en donde gobernó por mayoría absoluta, como Valencia, Madrid o Murcia.

El regente andaluz también ha renunciado a algunos de sus más sólidos principios, como el discurso del mérito y la capacidad. No hay más que darle un repaso a su Gobierno o a su ejecutiva para ver que familia, provincia o género, tres pilares del equilibrio chavista, siguen siendo las pautas de los nombramientos. Con la agravante de que para rejuvenecer los cuadros dirigentes ha entregado el poder en el partido a una generación sin la capacidad ni la autoridad suficiente.

Pero lo grave ahora no es la levedad del liderazgo de Griñán, sino la incapacidad del Partido Socialista para reciclarse o al menos airearse. Demasiada tarea para un regente.

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