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las dos orillas

José Joaquín León

La retirada de Fraga

LA mala memoria histórica que hay en España se ha puesto de manifiesto, una vez más, con la retirada de Manuel Fraga. Es uno de los políticos más importantes que ha tenido el país en los últimos 60 años. Gusten o no sus planteamientos, no se le pueden negar sus méritos, ni caricaturizarlo a niveles primarios. No olvidemos que algunos políticos que ahora pasan por más demócratas que él fueron mucho más fascistas en tiempos de Franco, cuando Fraga propugnaba una reforma política desde dentro. Que, con variantes, fue lo que ocurrió después, en la Transición.

En la política española hay muchos Fragas, que en el fondo forman uno solo. En una entrevista con él, hace pocos meses, me decía Fraga que entró en la política gracias a su admiración por Joaquín Ruiz-Giménez, y que se consideraba orgulloso de aquel intento fallido de apertura del franquismo, que se intentó en los años 50, cuando el político democratacristiano fue ministro y nombró a Fraga secretario del Consejo de Educación, y después secretario general técnico del Ministerio. Aquel intento, tibiamente democratizador, fracasó. Ruiz-Giménez dejó de ser ministro y cayó en desgracia; y Fraga dejó la política, en solidaridad con el que aún considera su maestro. La diferencia es que Fraga regresó pronto. En 1962 fue nombrado ministro de Información y Turismo.

Fraga, en el franquismo, fue más de camisa blanca que de camisa azul, a diferencia de otros que después pasaron por muy centristas y demócratas. Suavizó el control de la información con la Ley de Prensa y apostó por el turismo, dos pilares de la evolución en los años 60. Muchos pensaban que aquel Fraga embajador en Londres (donde tuvo de cónsul al socialista Fernando Morán y alardeaba de tory conservador) sería el elegido para pilotar el tránsito del franquismo a la democracia. No fue así, aunque estuvo en el Gobierno de la Monarquía. Pero en los 35 años de democracia, Fraga fue, entre otras cosas, el líder de AP como partido conservador que metió a la derecha en la vereda democrática. Y después, cuando tuvo rango de jefe de la oposición con el PSOE de Felipe González en el Gobierno, entendió que AP debía evolucionar a posiciones más centristas y mutarse en el nuevo PP, para recoger también los restos del naufragio de UCD. Cuando dejó ese timón a otros, Fraga estuvo 15 años al frente de la Xunta de Galicia, donde hizo un galleguismo peculiar, y ahorró los conflictos de las otras nacionalidades lingüísticas.

Este Fraga que se retira es un hombre de casi 90 años, que acudía cada día al Senado en silla de ruedas, con un sentido del deber que hoy se ve trasnochado. Merece el respeto a la memoria de un político principal, decisivo en los tiempos que han formado su tiempo.

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