Debería ser un gran día este primer laborable del nuevo año. El 20 de mayo signaba con los dos goles de su equipo Rubén Castro su último partido de verde, blanco y verde. Como suele desde que llegó, el Betis salvaba un punto ante el descendido Sporting de Gijón gracias a los goles de este canario taciturno que tiene el gol entre ceja y ceja para mayor gloria de su equipo, el por siempre y para siempre Real Betis Balompié.

Se fue a China de forma sorprendente y siguió encandilando a los chinos con su mejor, quizá único, argumento: el gol. Mientras, el Betis, su equipo, apenas lo echaba de menos. Si no Sanabria, Sergio León se encargaba de interpretar el papel del canario, los goles no faltaban a lista y el Betis no lo añoraba. Pero la infausta lesión del paraguayo encendió las alarmas, goleaba Rubén en China y enero se hacía esperar a la vez que no había noticias suyas.

Ya en Sevilla desde finales de noviembre, hubo quien no comprendía que Rubén estuviese fuera del día a día con Setién. Incluso se llegó a la osadía de darle palitos por ello a ese objeto tan apaleado que es el Real Betis Balompié. Silencio absoluto en torno al futbolista desde el club y desde el propio jugador. Había un pastizal en el aire y el temor a que los chinos se agarrasen a cualquier clavo legal propiciaba que el silencio se espesase a la espera de que empezase el nuevo año.

Todo llega en esta vida y el máximo goleador histórico del Real Betis Balompié ya está en condiciones de seguir alimentando su leyenda. Este primer martes del año debería ser un gran día para el Betis, no llega un cualquiera y su concurso se espera con interés inusitado, pues si hace un par de meses sólo lo echaban de menos los del palito diario, ahora es todo el beticismo el que desea que Rubén aporte lo que siempre aportó desde que llegase hace casi ocho años, goles a granel.