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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

La ruptura del canon

NO es Sevilla una ciudad que se exponga con facilidad a la modernidad o que acepte propuestas rupturistas en su paisaje urbano. Los tres hitos de arquitectura contemporánea que están en construcción en Sevilla están permanente unidos a la polémica por los motivos de lo más diversos. Ya sea el proyecto de Biblioteca Universitaria en el Prado de San Sebastián, el de las setas de la Encarnación o el de la Torre Cajasol en la Cartuja, los medios de comunicación reflejamos una semana sí y otra también controversias con respecto a estos proyectos. A veces la polémica es por el efecto estético que comportarán para la ciudad, otras por su financiación o por las molestias que puedan ocasionar a los vecinos de las zonas donde se hacen las obras. Causas todas ellas justificadas, pero bajo las que creo que subyace una resistencia casi inconsciente de la ciudad a aceptar cambios que la alejen de lo que se ha impuesto, por los que lo han podido imponer, como la norma estética de lo que debe ser Sevilla. Recelos que se ven justificados, además, si para acometer actuaciones tan positivas para la ciudad como es la peatonalización del centro se recurre a soluciones tan indudablemente feas como las adoptadas por este Ayuntamiento. A mí, particularmente, me espanta el proyecto del alemán Jürgen Mayer para la plaza de la Encarnación, pero soy un entusiasta partidario del edificio diseñado por la iraní Zaha Hadid para la nueva Biblioteca Universitaria de Sevilla. En cuanto a la Torre Cajasol, del argentino César Pelli, creo que si en algún sitio tiene sentido un rascacielos de esas características es precisamente en la isla de La Cartuja, símbolo de todo lo vanguardista que se ha hecho en la ciudad. A los tres proyectos les reconozco, sin embargo, el valor de proponer innovaciones tan radicales y sorprendentes como las que pudo suponer el Centro Pompidou en el París de los setenta. En su día, el edificio originó una polémica muy intensa, pero hoy está perfectamente integrado y es uno de los más populares de la capital francesa. Las ciudades son organismos vivos y, por lo tanto, sujetos a cambios. Lo importante es que esos cambios las enriquezcan y no las degraden. Pero lo que nunca puede hacer una ciudad es quedarse quieta y renunciar al avance.

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