Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

La sal...

EL sol, la sal, el son, como los flamencos de Jesús Quintero. O el azúcar, como vociferaba Celia Cruz. Me sé de un pobre concursante de Antena 3 que se ha quedado al borde del coma diabético. El lunes le darán la oportunidad de regresar a Atrapa un millón, al lado de su pareja inicialmente prevista, para desquitarse del segundo de oro de Remedios Cervantes que ha dado la vuelta al planeta, empezando por Samoa y terminando en Hawai.

Lo que le ha pasado a la actriz y modelo malagueña además de engrosar el anecdotario más carcajeante de la televisión es una lección para todos nosotros en nuestra vida cotidiana. Es decir: nunca nos excedamos de nuestro papel. No juguemos a héroes cuando nadie nos lo ha pedido y no asumamos decisiones a lo loco creyendo que el azar es ya suficiente respaldo para tener razón. La prudencia, que es un consejo de mamás antiguas, sigue siendo hoy día un tesoro aunque no lo crean.

La precipitación y la osadía son malas compañías de viaje. Eso lo experimentó Remedios Cervantes (hay que ver, con ese apellido) cuando cambió "la sal" por "el azúcar" en la respuesta de Atrapa un millón sobre qué sustancia era la mejor conductora de electricidad, contradiciendo la opinión del propio concursante, el que de verdad se jugaba los leuros. Carlos Sobera no sabía si reír o llorar. En las películas o en las series, donde los guionistas juguetean con todas las trampas del mundo, pueden ocurrir los milagros, las historias rosas con final inesperadamente feliz; pero en la vida real es mejor discurrir, pensar o esforzarse para tirar adelante o, simplemente, no ser atropellado. La televisión es capaz de embelesarnos con deliciosas o insufribles mentiras. O abofetearnos con duras o maravillosas realidades. Los impulsos sólo suelen funcionar en la ficción. En la vida real, aunque sea en un concurso, debe predominar el sentido común.

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