Ocurrió en la calle Sierpes. La Madrugá, como siempre, andaba apretada de tiempo. Miguel Loreto mandó parar el paso del Señor de la Sentencia delante de un joven en silla de ruedas. El fiscal de paso, muy diligente en el cumplimiento de los horarios instó al capataz a no demorarse en levantar el misterio. Y el Séneca del Arco no pudo ser más contundente: "No voy a levantar, que para esto se sale"

La escena debería estar en imágenes recogida en la obra de Carlos Colón Esperanza Macarena, Puerta del Cielo para que generaciones enteras aprendan que la estación de penitencia es mucho más que unos horarios. Y mucho más que el ego de algún dirigente que se siente importante sólo por querer vetar a periodistas.

Me sirve lo ocurrido para detenerme una vez más en el asunto estrella de estos últimos meses: los horarios de la Madrugá. Creo que los sesudos dirigentes cofrades tanto del Consejo de Cofradías como de cada una de las hermandades implicadas deberían haber visto la escena de Loreto para relativizar el asunto y saber para qué salen a la calle.

En pleno siglo XXI me pregunto si lo más importante que pueden debatir las cofradías son sus horarios e itinerarios en un día tan masificado de nazarenos y con las mismas calles desde hace siglos para llegar a la Catedral. El empeño anacrónico en mantener el mismo orden de paso o los mismos recorridos no lleva nada más que a transmitir una imagen frívola de nuestras hermandades. No hay que tener miedo a realizar grandes cambios en la estructura y organización de la Semana Santa. Se sigue cerrando en falso un año tras otro la reforma de la carrera oficial y también la de los horarios en general de toda la semana.

En el fondo lo de los horarios es una nimiedad, cuando para lo que salimos es para lo que decía Loreto. Y esas cosas no entienden de minutos ni de orden de paso. El sentimiento no tiene reloj y la devoción lo que hace es pararlos.