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El poliedro

José Ignacio Rufino / Economia&empleo@grupojoly.com

Y no salgan hasta que tengan la solución

Rajoy debe evitar la venida de un cipayo técnico como Monti, pero las zancadillas son continuas

CHRISTINE Lagarde es una mujer muy poderosa, quizá la mujer más poderosa del planeta con permiso de Hillary Clinton y Angela Merkel. La francesa es una señora de natural estiloso y atractivo de segunda lectura, y conoce bien el paño comunitario: antes de ser directora del Fondo Monetario Internacional (el organismo internacional que ejerce de bombero monetario y financiero), fue ministra de Economía de su país, con gran peso relativo en el sanedrín económico de la Unión Europea, el Ecofín. Por eso, porque sabe bien la esclerótica jaula de grillos que puede llegar a ser la UE, Lagarde ha dicho esta semana que "encerraría a los líderes europeos en una habitación hasta que salieran con un plan" para atajar la hemorragia económica -hemorragia según para quién-, política y de credibilidad que amenaza con hacer volar por los aires el euro y todo lo que en esa moneda se pretendía condensar. Encerrados, a vuestros pupitres sin moveros, a pensar hasta que entréis en razón. Un reality show con su desorden y sus chanclas, sus barbas incipientes, sus broncas y su tigre olfativo. Una versión negociadora de El ángel exterminador, la película de Buñuel en la que un grupo de adinerados, tras una cena, no pueden salir de la habitación en que están, sin motivo ni nada que se lo impida. Como náufragos en una balsa o tripulantes de un globo que pierde cota, que por cierto son tópicos habituales de técnicas de negociación en las escuelas de negocio.

Sucede que, mientras que los burgueses de Buñuel no sabían los porqués ni las posibles soluciones a su absurdo encierro, las personas que Lagarde encerraría saben lo que quieren y -quizá mejor- lo que no quieren. El problema es que las visiones de los negociadores son esencialmente distintas, y las vías de acción, contradictorias entre sí. Alemania quiere el rescate para España, el rescate y la intervención como Estado, porque es la forma más directa de gobernar España desde Berlín, con su firme fe en el equilibrio presupuestario. Una garantía de marasmo económico para años, con supuestos efectos benéficos a medio plazo. Merkel abomina de una deuda pública mutualizada o de garantía recíproca comunitaria, los eurobonos, y más aun repele esta idea -que salvaría de la asfixia a España- a los propios ciudadanos alemanes, que creen que tal recurso equivaldría a avalar a los derrochadores, empezando por usted y por mí. En el lado contrario, abrumados por los problemas que no paran de crecer, están Rajoy y su equipo. El rescate total vacía de legitimidad y utilidad a las urnas: es la entrega definitiva de la cuchara. Rajoy sobraría, asumiría el poder un Mario Monti de aquí, un cipayo técnico (por cierto, los mercados y Alemania hacen ahora muchas palmas a Monti e Italia, sin verdaderos motivos para, por contra, castigar tanto a España por activa y pasiva... ¿por qué será?).

El rescate solamente financiero, mediante la capitalización de las entidades españolas tocadas de muerte, sea vía FROB o no, asumiendo el salvador comunitario la propiedad de esos bancos en función del tamaño del flotador que lance, no sólo evita el rescate e intervención exterior, sino que encomienda la cirugía drástica de nuestro sistema financiero a Europa: mucho mejor para nosotros, no digamos para Rajoy. Pero volviendo a los intereses cruzados y conflictivos entre aquellos a los que Lagarde encerraría, no hay que olvidar que Alemania está cogiendo un músculo descomunal y una liquidez galáctica en esta crisis. El ministro de Economía francés recién llegado y el propio Juncker nos dan esperanza y cremita: "Si la banca española necesita dinero, lo tendrá". Que los encierren a ellos también en el cuarto de Lagarde, por favor.

(Aterriza en la pantalla la portada de The Economist, siempre irónica y sugerente: de un barco de nombre "Economía mundial", ya hundido muy por debajo de la superficie, sale una voz: "¿Por favor, podemos arrancar ya los motores, Sra. Merkel?" Siquiera intentarlo, María de los Ángeles...)

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