ESTAMOS ante un caso que bien podría convertirse en el más kafkiano de los innumerables que jalonan la historia del Betis. Se trata de qué hacer con Rafael van der Vaart, ese magnífico futbolista que fue, pero que hace ya siete años demostró en el Real Madrid que no estaba para jugar en esta Liga. Y si no lo estaba entonces, pues imaginemos cómo estará tras tanto tiempo transcurrido, con tantos kilos de más y tantísima motivación de menos.

El caso del holandés gaditanizado tiene mucho de tocomocho y ya se sabe que ante un timo así caben pocas posibilidades de reacción. El timador tiene el comodín en la mano y cuenta con todas las bendiciones de la autoridad, por lo que el asunto se presenta con demasiadas espinas. Y pensar que tamaño timador va a poner de su parte renunciando al plan de jubilación que encontró tan cerca de su querida Chiclana resulta de una candidez propia de ángeles celestiales.

Mirar hacia atrás no es nada operativo, pero sólo esa operación deja en peor lugar aún del que ocupa la figura del anterior director deportivo. Ya no tiene solución y me consta que en el Betis están haciendo lo imposible por quitarse de encima carga tan onerosa. Pero hacer lo imposible, como su propio nombre indica, no resulta posible y mucho nos tememos que el holandés siga ocupando su plaza en el vestuario mientras su cuenta sigue nutriéndose con dinero bético.

Y como agua pasada no mueve molino miremos al presente para que el futuro sea menos lamentable de lo que resulta viendo a una vieja gloria cobrando como si estuviese mínimamente apto para competir. En esta ensalada de fichajes no se teme vislumbrar algo parecido y por ahí se puede entrar un soplo de optimismo en la vida del Real Betis Balompié. Y es que otro timo como el de este ex futbolista no hay cuerpo que lo resista, ni siquiera el tan habituado cuerpo del Betis.