EL Fondo Monetario Internacional prevé que la economía española, como la de Italia, seguirá en recesión durante el año 2010. Desde el Gobierno se sugiere que los pronósticos del Fondo suelen ser pesimistas y equivocarse. Una cosa es segura: los pronósticos del Gobierno, optimistas, ya se han equivocado. No una, sino varias veces. El último augurio gubernamental fijaba la salida de la recesión y una nueva etapa de crecimiento para el segundo semestre de este año. Veremos.

El director de La Vanguardia, José Antich, escribía ayer que el presidente Zapatero debe plantearse seriamente la sustitución de Pedro Solbes como vicepresidente económico. Estoy de acuerdo, y creo que otros muchos piensan lo mismo. Solbes no es el hombre que se necesita en estos momentos. Está sobrepasado por la sucesión de acontecimientos negativos y desbordado por la falta de credibilidad de una política económica que ni siquiera es del todo suya.

Un vicepresidente segundo de Gobierno y responsable de la economía nacional, y más en coyunturas como ésta, debe ser la autoridad indiscutida en materia económica y tener mando en plaza sobre todos los ministros encargados de sectores económicos (turismo, comercio, agricultura, industria). Solbes no lo tiene. Piensen, por ejemplo, en Miguel Sebastián. Confiado en la predilección que Zapatero siente por él, Sebastián lanza iniciativas originalísimas frente a la crisis, como repartir bombillas de bajo consumo o incitar a la compra de productos nacionales, que Pedro Solbes no comparte. Como si hiciera la guerra por su cuenta. El propio Zapatero ha sorprendido más de una vez a su vice, como cuando regaló 400 euros a cada contribuyente, una aspirina con efecto placebo más que nada.

Luego está el factor psicológico. La economía es también un estado de ánimo, repite el presidente del Gobierno para enfatizar la necesidad de que los consumidores consuman y los emprendedores emprendan, en vez de responder a la recesión con la depresión. Aplíquese el consejo a Solbes. Solbes da la impresión de haberse instalado en la depresión y también en la fatalidad. No ofrece a los españoles nada distinto a la resignación. Está también como desganado, dedicado a verlas venir y a aguardar a que pase el chaparrón. El Profesor Siesta, le llama un amigo. No anda con el ánimo necesario para tirar del carro. Proyecta ante los ciudadanos una imagen de quietud y apocamiento muy negativa. Como si no se pudieran hacer las cosas de otra manera.

En el PSOE se calcula ya cuánto tardará Zapatero en decidir su cese y se discute sobre quién lo sustituirá con garantías de, al menos, dar un golpe de timón. Piensan en Almunia o Rubalcaba.

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