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DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Cinco segundos de gloria

EL impacto de las noticias depende de nuestras circunstancias. Un humilde dolor de muelas nos convence de la trivialidad de los grandes revuelos públicos. Los ingleses dicen: "No news, good news", o sea, si no hay noticias, son buenas noticias, pero podría decirse al revés: "Noticias malas o peores; una magnífica noticia". Porque si nos interesamos y las seguimos, significa que en nuestra vida no hay graves problemas personales.

Estos días en el hospital, donde estaba para todo lo contrario de un problema, he podido comprobar el desinterés con que los usuarios del bar oían -triste música de fondo- las noticias de la tele. Yo las miraba de reojo, en parte por deformación profesional y en parte porque, como ya digo, lo mío no era un grave problema, sino una gran esperanza, un nuevo hijo que le ha nacido al mundo. Yo miraba la tele de reojo, preguntándome: "A ver a qué mundo viene".

Y he ido viendo, con depresión creciente, las imágenes que nos llegaban de la constitución de los ayuntamientos vascos, con Bildu ejerciendo de lo que siempre fue y amenazando a políticos y a medios de comunicación democráticos. Me acordaba entonces de los magistrados del Tribunal Constitucional y soñaba con que estuviesen viendo los telediarios, no sólo porque no les deseo ninguna enfermedad, sino para que comprobasen los efectos de su fallo.

Por eso, qué sorpresa al bajar a por otra tila y atisbar que varios magistrados del Tribunal Constitucional habían presentado su dimisión. Traté de atender al aparato por encima del murmullo muelle del bar. Un magistrado se consideraba secuestrado. Otro hablaba de situación insostenible. Yo me sentí en la gloria, pensando que, cuando los representantes de sus instituciones todavía son capaces de asumir responsabilidades y tienen la dignidad de dimitir, un país tiene futuro.

Pero cometí el error de acercarme más al televisor a enterarme de la noticia. "Noticias bien oídas, empeoran", podría decir otro refrán inglés. En realidad, dimitían ahora, después de la que han liado, porque los partidos no han renovado sus puestos. Pero llevan meses y meses (sentencias y sentencias) de prórroga y sólo se les ocurre la dimisión después, quizá por cálculos políticos o por desviar la atención mediática. No importa demasiado. De esta historia me conformo con la ilusión que hemos sentido muchos de que aquí se podía dimitir para asumir una equivocación. Durante los segundos que duró, fue una ilusión gloriosa y esperanzada. Y en cualquier caso, la realidad, que estaba dos plantas más arriba del bar y mucho más arriba de las noticias, sí que es gloriosa y esperanzada.

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