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La tribuna

rafael Rodríguez Prieto

26-J: del sentimentalismo a la realidad

MUCHOS jueces van en las listas de Unidos Podemos para encarcelar a los sinvergüenzas PP". Este tipo de frases son las que pueden enterrar un proyecto político, por muy ilusionante que parezca en sus inicios. El 26-J nos deja incertidumbres, desafíos y la conciencia de que una cosa son las redes sociales y otra, muy distinta, la realidad. Una participación baja a las 18:00, que luego se recuperó hasta alcanzar un 69,84%, presagiaba un paisaje muy diferente al que se había avanzado por los sondeos. Algún día se tendrían que estudiar con mayor ahínco el uso político de la encuesta como herramienta de conducción del voto.

El PP ha sido el triunfador con un 33,00%. Es además el único que crece en escaños. De ello se puede extraer una doble lección. Por un lado, faltar el respeto a los votantes no es buen negocio. En España se debería entender que el que piensa distinto no es un criminal ni un imbécil. Es triste que haya que decir esto, aunque necesario. Especialmente, para que sea asumido por las nuevas generaciones de votantes. El sectarismo solo conduce a la tragedia. La segunda enseñanza que se deriva del resultado es que este crecimiento es fruto de una polarización forzada conscientemente y del miedo que han azuzado desde un duopolio televisivo que no crearon, pero que contribuyeron a afianzar. El PP debería entender que, por el bien del país, es necesario realizar reformas políticas de hondo calado que permitan limpiar la casa a fondo y afrontar el problema independentista. Si el Brexit nos muestra algo es que la mentira y el odio ayudan a ganar plebiscitos. Una participación democrática real es la que permite a los ciudadanos elaborar normas (como sucedió con la iniciativa legislativa popular impulsada por la PAH y desatendida por nuestros representantes), no la que utiliza a la ciudadanía para satisfacer las ambiciones de sus políticos.

El PSOE (22,70%) logra un resultado desastroso. Desde la era ZP se encuentra a la deriva, tanto en el plano organizativo como ideológico. Además es víctima de uno de los graves problemas de los partidos más antiguos: la selección de sus élites. Es ya un lugar común que en los partidos no prosperan los mejores, sino aquellos que utilizan el "sí señor/a" como argumento preferente. Una cosa lleva a la otra. Algunos políticos sin la política no tendría trabajo o sus condiciones laborales serían tan distintas que sin remedio se transforman en Gollums tras el anillo que les garantiza un lugar en la lista o en el entramado institucional.

A Unidos Podemos (13,40%) no le ha ido mucho mejor. La vieja política y la nueva (conceptos que se acuñan con escasos mimbres, pero con peculiar éxito periodístico) se asemejan mucho en la asunción de responsabilidades. ¿Dimitir? Mejor sonreír. De IU surgió su cúpula y a IU han vuelto. Ni rastro del 15-M y de la inteligente idea de utilizar Podemos como una herramienta de cambio. No solo han malbaratado toda esa confianza e ilusión, imitando los peores y más rancios gestos de IU o de un populismo sentimentalista refractario a la tradición de lucha de la izquierda, sino que además han sido incapaces de desarrollar un discurso intergeneracional solvente que persuadiera a los abstencionistas. Lo más desalentador no es desconocer lo que uno es, sino olvidar dónde está. España es la seguridad social, pensiones, sanidad pública y no puede ser discutida y discutible. Como señalé en una tribuna (¿Cuándo se fastidió Podemos? 18/12/2015) Podemos está en el camino de ser la IU Bis. Puede que ya lo haya conseguido. Su alianza (¿o compra?) solo ha reafirmado una tendencia. Ahora parece que solo cabe persistir en el error. La casta parece expresarse de formas diversas.

Ciudadanos (13,10%) ha sido víctima de la campaña del miedo. Una sociedad solvente no puede asentarse en el terror a un partido o una idea. Persistir en ello es el mejor camino hacia la emergencia de partidos xenófobos y racistas. C's no parece tener muy claro lo que son, más allá de defender la unidad de España. Es urgente que decidan qué quieren ser. ¿Neoliberales? ¿Socialdemócratas? El centro no es la indefinición constante. Si no quieren repetir a Rosa Díez tendrán que convertirse en un partido de verdad. Ahora son, de facto, poco más que una agrupación de electores. Sus propuestas reformistas en materia de independencia judicial y de supresión del Senado deberían ser escuchadas. Su programa económico no dista mucho del PP y, por tanto, supone incrementar la desigualdad entre los españoles.

El resto de los partidos casi no se han movido. Los que se quieren ir de España continúan tomando el AVE a Madrid y, desgraciadamente, para la memoria, dignidad y justicia Bildu continúa con dos diputados.

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