Ricardo García Cárcel

El sevillano exiliado

HA muerto Francisco Márquez Villanueva, catedrático emérito de la Universidad de Harvard. Nacido en Sevilla, en la calle Oriente, un mes antes de que se proclamara la Segunda República en España. Estudió bachillerato en el Colegio San Francisco de Paula y la carrera universitaria en la Universidad de Sevilla de 1947 a 1953. Hijo único de familia humilde, su madre fue una mujer tradicional de raíces cántabras. Su padre, liberal, de procedencia gaditana, fue funcionario del consulado de Estados Unidos en Sevilla. En el desierto intelectual que fue la Universidad de Sevilla en la larga posguerra (con escasas excepciones), Márquez desarrolló sus primeras inquietudes sobre el mundo de los conversos. Leyó su tesis doctoral sobre Álvarez Gato en 1958 y en este mismo año decidió exiliarse a Estados Unidos aceptando una oferta profesional de la Universidad de Harvard. En Estados Unidos, durante unos años, ejerció la docencia en diversas universidades recalando finalmente donde había empezado, en Harvard, como catedrático desde 1978.

Estados Unidos le aportó recursos para trabajar libremente y el reconocimiento de maestros y amigos extraordinarios (Raimundo Lida, Stephen Gilman, Juan Marichal, Alan M. Gordon, Albert Sicroff y tantos otros). Veintinueve libros y 223 artículos acreditan el trabajo inconmensurable que llevó a cabo a lo largo de toda su vida.

Su obra cubre toda la historia de la literatura española. Si sus primeros trabajos giraron en torno a la Edad Media, su inquietud intelectual le ha llevado hasta Galdós o Miró en un itinerario en el que florecen Alfonso X, la Celestina, Hernando de Talavera, Fray Antonio de Guevara, Cervantes, la novela picaresca, los judeoconversos y los moriscos, la mística de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, el teatro de Lope de Vega...

Influido, que no determinado, por Américo Castro, en Francisco Márquez está siempre presente la España de las tres culturas, la España pluricultural...El historiador en esa España compleja se sitúa en las "otras laderas", en el mirador de la alteridad. Pero su castrismo no es rígido ni inflexible. Su obra es un ejercicio de rescate de los "otros españoles" pero sin renunciar al goticismo originario previo al año 711. Su interés por las cuitas de los conversos y musulmanes no le hace olvidar la memoria de Santiago. El referente Américo Castro se conjuga siempre con Marcel Bataillon y este con Eugenio Asensio. Márquez conjugó los conceptos de casticismo y europeísmo en España.

Lo que me ha fascinado más de la personalidad de Márquez Villanueva es lo que podríamos llamar el síndrome del morisco Ricote. Los desgarros de la doble identidad, la fosilización de la memoria, la búsqueda ansiosa de la autoestima perdida como el caballero don Quijote, los sueños de la España que no pudo ser, la firme creencia en las posibilidades de la España sincrética y plural, la extraordinaria capacidad para la tolerancia liberal, la compatibilización del pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad, la obsesión por la genética cultural, el interés por la Inquisición no ya como institución sino como pedagogía del miedo, la España real frente a la España oficial...

Hay muchas maneras de amar. El amor de Francisco Márquez a Sevilla perduró siempre. Un amor tan apasionado como crítico. Amó a Sevilla en la misma medida que fustigó los defectos y los excesos de la sociedad sevillana. Como Blanco White, se ha muerto sin duda soñando en la Sevilla que dejó en 1958.

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