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La ventana

Luis Carlos Peris

Ni siquiera fue entera, sólo media

ATENDÍA por Galiano, era negro como la noche y alternaba embestidas francas con huidas hacia la querencia de chiqueros. Era un toro de comportamiento irregular que, sin embargo, iba a ponerse de acuerdo con un orfebre de seda y oro para ayudar a levantar un monumento al toreo eterno, ese toreo que surge en contadas ocasiones, tan contadas como a un cuartito de cabales baja el duende a la garganta de un cantaor. Hubo verónicas de alhelí, pero el momento cumbre que surgió de la conjunción entre Galiano y Morante ni siquiera fue en una verónica entera, sino en media. Una media verónica de muñecas dormidas y toro enroscado en el talle del mago cigarrero. Grabé ese lance en la memoria y sólo una catástrofe mental podría propiciar su olvido. Archivada queda, espero que a perpetuidad, como archivadas quedaron en su día las de otro mago. ¿Hoy?

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