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CAMBIAN las tornas a velocidad de vértigo. Al comienzo de la legislatura el Gobierno se ufanaba del aislamiento del PP. Pocos meses después es el PP el que se ufana de la soledad del Gobierno. ¿Qué ha podido pasar? Básicamente, que la crisis económica ha estallado en toda su dimensión y sin paliativos.

Zapatero se las prometía muy felices. Enfrente tenía a un Rajoy dos veces derrotado por él mismo y con su liderazgo en tenguerengue. Consciente de haber aglutinado a mucho voto originariamente nacionalista y de izquierdas que se concentró en su favor sólo para cerrar el paso al PP, ZP se permitió superar la investidura sin pactos, con la mayoría relativa socialista, y augurándose un mandato tranquilo, con acuerdos puntuales cuando fuera menester, pero sin hipotecas.

Ahora el panorama es bien distinto. Rajoy se ha consolidado, de momento, y quien aparenta dificultades para aliarse con nadie es el PSOE. Esta semana toda la oposición se ha unido para obligar a Rodríguez Zapatero a comparecer ante el Congreso y dar la cara sobre la crisis, aunque los socialistas han tratado de disimular su primera derrota parlamentaria en el cuatrienio que iba a ser un oasis, sin crispación ni bronca. Es la crisis la que ha obrado el milagro porque, como ha escrito Fernando Ónega, "lo más impopular es defender a cualquier gobierno cuando crece el paro o se estanca la inversión".

Nadie quiere, en efecto, uncir la más mínima porción de su destino a un gobierno que se manifiesta timorato con la crisis de la economía, que incluso la niega. Pero es que aunque la cogiera por los cuernos tendría poco margen para maniobrar frente a ella. Que se queme el Gobierno, se dirán las minorías. Las más propicias a pactar, como CiU y PNV, únicamente lo harían cobrando un precio político que el PSOE no está dispuesto a abonar. Y si es así en estos momentos, más complicado tendrá Zapatero que le aprueben los presupuestos del 2009, que ya se anuncian marcados por la austeridad y los recortes, es decir, lastrados por la impopularidad.

De modo que el "espléndido aislamiento" del que hacían gala los socialistas tras la votación que invistió a Zapatero, presagio de una legislatura estable, venturosa y apacible, está dando paso a algo muy parecido a la temible soledad, que los socialistas más lúcidos estiman no replicada con solvencia y reflejos ni por los nuevos ministros ni por el nuevo equipo dirigente del grupo parlamentario que los sostiene. Claro que en política nada es para siempre. Igual que el escenario actual era impensable en abril, nadie puede asegurar que permanecerá tal cual en abril de 2009, por ejemplo. Hay elecciones parciales de por medio, y eso siempre es decisivo.

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