La ciudad y los días

Carlos Colón

¿Por qué sólo el alcohol y el tabaco?

LEO que la señora consejera de Salud pone ojitos a "la posibilidad de gravar impuestos sobre el consumo de alcohol o el tabaco" como una fórmula "de reducción del gasto" sanitario. Y que justifica la medida porque estos productos "son elementos claramente relacionados con el deterioro de la salud". Además de la tontería de unir el alcohol y el tabaco, porque el primero es saludable si se sabe beber y el segundo jamás lo es, habría que preguntarle a la señora consejera por qué no se gravan, también, muchos otros elementos claramente relacionados con el deterioro de la salud y hasta con la pérdida fulminante de la vida.

Para empezar grávense aún más los coches, a los que por otra parte tan mal les va. El último fin de semana murieron 20 personas en la carretera, un 25% más que en la Operación Salida del año pasado. Si a esto se suman los heridos está claro que la conducción perjudica gravemente la salud y genera cuantiosos gastos sanitarios y de seguridad. Para seguir habría que gravar con impuestos especiales todo aquello que, mal usado, daña la salud. Que resulta ser casi todo; porque con la mayor parte de los elementos que tejen nuestra vida sucede lo mismo que con el alcohol: son dañinos si se abusa de ellos.

Grávense pues las ricas chacinas que, atracón tras atracón, nos dejan las arterias más atascadas que la SE-30 o la A-49, cada cacho de buen tocino rancio entreverado y los chorizos, morcillas y jamones que destilan gota a gota sus perlas de grasa. Grávense los huevos que, consumidos abusivamente, disparan el colesterol. Grávense los dulces que provocan obesidades; y no sólo los industriales que junto a las chucherías quieren prohibirles a los chavales, sino también los de la más refinada respostería; que tanto engorda lo basto como lo fino. No se limite al alcohol y al tabaco: sea lista y grave todo lo que, por abuso o mal uso, daña nuestra salud. Y así sacará dineros de casi todo.    

Y no se olvide de gravar todo establecimiento que permanezca abierto más allá de las doce o la una de la noche, ¿o acaso trasnochar mucho y cambiar las horas del sueño no perjudica la salud? Y a todo pariente y parienta, jefe y jefa, vecino y vecina que sea denunciado por agobiarnos, molestarnos o enfadarnos, provocando tensiones dañinas para la salud. Y, sobre todo, grávese a usted misma y a sus colegas autonómicos, locales y nacionales que tantos sofocones y disgustos nos causan con su pésima gestión de la cosa pública. ¿O es que su mezcla de incapacidad y arrogancia no daña nuestra salud, multiplicando los reveses de la economía y haciéndonos más difícil el día a día?

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