Convencido de que la uniformidad no debe desaparecer y de que resulta un contrasentido el que un día se haga estación de penitencia con la Catedral como meta y en otro esté la cinta de llegada en la Campana, todo lo que se diga sobre el experimento de este Martes Santo sobra. Lo digo cuando está buscando las tablas la excelsa Madrugada tras haberlo escrito en pleno turno de oraciones rogando que los desmanes no vuelvan a producirse. Le escuché unas declaraciones al mandarín de la cosa, el presidente del Consejo, y dejó la especie de que el experimento fue coyuntural y que no tiene sentido tamaño desbarajuste. O todo o nada, o como toda la vida o a hacer estación de penitencia al sagrado palquillo de la Campana, pero un día de una forma y al revés otro es una majaretá con todos sus avíos, un delito de lesa Semana Santa incomprensible.
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