RECIÉN salido del tormento del lunes más marrón en mucho tiempo, amanece día grande para el fútbol según Sevilla. Tras los dos estrepitosos fracasos ligueros del fin de semana encuentra la posibilidad uno de ellos de realizar un quite del perdón formidable. El Sevilla tiene ante sí la noche más grande jamás soñada. Es la soñada Champions y ante un grande auténtico para que Nervión se vista de gala y lo del Mallorca pase al olvido. No es que haya que tirar a la basura de la memoria lo del sábado, claro que no, pero sí aceptar que la posibilidad de hacerse perdonar la pintan calva, que Arsenal sólo hay uno y la Liga es como de la familia.

Estamos ante el sueño de una noche muchas noches soñada y por ahí hay que aparcar el mal rollo de una jornada liguera espantosa, que para algo era la número 13 del calendario, ¿cuál iba a ser si no? Es Champions y por Dato recala el Arsenal de Arsène Wenger y de ese niño prodigio y catalán que es Cesc Fábregas, por lo que no parece lógica la desidia en taquillas según se denuncia desde dentro del club. Seguro que cuando la hora de la verdad vaya acercándose, el reclamo taquillero será mucho más fuerte y Nervión registrará la afluencia natural en un acontecimiento como éste, tan esperado y tan nuevo a un tiempo, tan soñado en tantas noches de insomnio.

Pero ¿qué ha pasado en el Sevilla para que el reloj no funcione como antes? Mire que si es que Juande tenía algo que ver en que ni atrasara ni adelantara... Ya está bien de que la sombra de Puerta se alargue tanto o que la ausencia de Javi Navarro sea más perjudicial de lo que cabía esperar. No caben ya excusas y lo mejor que existe para aparcar malos rollos en una competición es afrontar otra con el talante fresco. Por eso recalcaba en el arranque que lo de esta noche con el Arsenal es la posibilidad fundada para el Sevilla de un quite con el que hacerse perdonar tantas veleidades ligueras y compensar tanto puntos como han ido quedando en las cunetas de la Liga.