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El tránsito

Eduardo Jordá

El superávit

DICEN que el alarmismo es el peor enemigo de la economía. Los mercados económicos, por lo que cuentan los especialistas, son criaturas tan delicadas como aquellas actrices maduras de Hollywood que caían en una depresión cuando un fotógrafo las sorprendía saliendo de una tienda de chucherías con el pelo sucio y un cigarrillo en la boca. Los expertos nos aseguran que todo va bien y que en España tenemos un superávit de dinero público que nos permite muchas alegrías. Pero yo no me fío de eso que llaman expertos económicos. En Francia, un simple operador de mercados ha logrado hacer desaparecer 4.900 millones de euros de los fondos del banco Société Générale. Es cierto que este operador se puso a especular en operaciones muy arriesgadas, pero lo que me extraña es que ningún experto del banco llegara a detectar nada (o eso al menos nos quieren hacer creer). Y si eso ocurre en una empresa donde trabajan docenas de expertos muy bien pagados, me pregunto qué pasará en un país dividido en diecisiete administraciones distintas, donde además los funcionarios están mal pagados y tienen que hacer su trabajo en condiciones de desconfianza o incluso de hostilidad por parte de sus superiores políticos.

En tiempos de Fernando VII (el peor rey de la historia de España), la Hacienda Pública estaba a punto de quebrar. Galdós cuenta en sus Episodios Nacionales que hubo que llamar a un hombre honesto e inteligente para que intentara poner orden en las cuentas públicas. Pero aquel hombre chocó con una muralla tal de enemistad e incompetencia por parte de los burócratas que tenían que ayudarle que al poco tiempo dimitió diciendo que aquella tarea de salvar las finanzas públicas era como beberse el mar.

Nuestra clase política no es deshonesta, a pesar de algunas excepciones notorias en ciertos ayuntamientos. Pero conociendo un poco el funcionamiento de las administraciones autonómicas, sería un milagro que el famoso superávit de las cuentas públicas fuera tan real como nos quieren hacer creer. Y mucho más después de las promesas de esta campaña electoral. Nadie se ha parado a pensar si esas promesas de ayudas económicas son compatibles con el mantenimiento en un futuro no muy lejano de la Seguridad Social y del sistema de pensiones. Ahora que se terminan las ayudas que nos llegan de la Unión Europea, algún experto debería ponerse a hacer cálculos sobre los gastos anunciados y los ingresos previstos para tener una idea aproximada del dinero real con el que vamos a contar. Pero estoy seguro de que nadie lo hará. Igual que ocurrió en tiempos de Fernando VII, eso sería como beberse el mar. Y por cierto, tal como vamos de sequía, habrá que ir pensando en hacerlo. Lo de beberse el mar, quiero decir.

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