la canción del verano

¿Cómo surgió esa obsesión por las gordas gordas?

SEÑORAS y señores, admiren las gordas, muy gordas, qué hermosura de gordura. La Orquesta Mondragón era un grupo de gamberros musicales que cuando llegaron al Madrid de la movida se topaban con espectadores despistados que creían ir a ver a un orfeón vasco. Mantuvieron el espíritu del cabaret cuando estaba desfasado, con disfraces y montajes tematizados según las canciones: Ponte peluca, Viaje con nosotros, Caperucita feroz. Como piezas de solfeo no eran gran cosa, pero como espectáculo, a lo parada de los monstruos y chirigota fina y segura, seducían por la poca vergüenza que le echaba Javier Gurruchaga y su hombre mascota, Popotxo. Era inevitable que en los 80 Gurruchaga se convirtiera en el personaje más irreverente de la televisión única, e hizo cosas que hasta entonces no había hecho nadie como tratar a los famosos de colegas. Fue un precursor en refrescar el entretenimiento en casa, aunque los tiempos le pasaron por encima en la década siguiente.

Como chico malo de moda Gurruchaga junto a sus mondraguetas tuvieron su disco más vendido en esa cúspide ochentera y de todas las canciones Ellos las prefieren gordas, oda a la obesidad mórbida y letra de mal gusto sobre la felicidad con michelines, fue el éxito estival de 1987, con una deconstrucción del espíritu de La Ramona.

En plena irrupción de las modelos canijas que elevaron la anorexia a problema social, Javier pregonaba que se abandonaran las dietas, "engordar para gozar, gozar para engordar". En esa época Mario Conde lucía los colmillos en su esplendor, maestro de todos los que estaban dispuestos a engordar las carteras como hemos sido testigos en todos estos lustros.

La serenata animaba a vivir sin complejos adiposos y a encontrar el deseo y el placer en la abundancia. Abundancia cuando no estábamos acostumbrados a que nos sobrara de todo. En un país con poco humor los de Gurruchaga animaban a airear las ataduras de nuestras antiguas represiones.

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