Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

La tabarra infinita

Fachas y rojos, hacednos un favor: compraos una garrota, fletad un barco a un isla y mataos allí a estacazos

Fachas y rojos irredentos, sois un coñazo, tíos, no dejáis de dar la murga después de tantos y tantos años. Debe ser que padecéis estreñimiento crónico para el que parece que no hay micralax posible -el incordio para los demás es que no lo sufrís en silencio y nos dais la brasa con vuestras irritaciones-, como tampoco hay champú anticaspa que valga para vosotros, corcovados bajo el peso de todo ese pegote ideológico, rancio y podrido, ni elixir bucal que os camufle esa halitosis sulfurosa con la que insistís en extender la náusea con toda esa vieja retórica de odio. Sois unos jartibles, muy pesados, muy aburridos. ¿Tenéis pensado dejarlo algún día? Me temo que no. Es patético que sea eso lo que os pone cachondos: el arrearos unos a otros. No desempolváis rencillas del pasado. Para vosotros son del presente. A los fachas os gusta especialmente la palabra, pronunciada enfáticamente -¡Presente!-, aunque el fulano cuyo nombre antecede al berrido lleve muerto más tiempo que Viriato. Reprocháis a los rojos que no pasen página cuando acuden en estos tiempos a la tapia de algún cementerio donde hubo matarile de los suyos con la tricolor, la hoz y el martillo, La Internacional, el puño en alto y el disfraz de brigadista, pero la diña uno de los vuestros -quién sabe si ligado a alguna de aquellas sangrías- y allá que vais, hechos unos adefesios, la camisa azul, hasta el correaje si se tercia, y brazo en alto os ponéis a cantar ese himno vuestro, cursi hasta doler. Lo que provoca, en bucle, el ridículo rebote de vuestros adversarios, que ahí siguen, algunos ahora incluso en edad de sorberse los mocos, y dan la paliza yendo hasta donde el fiscal a rajar para que les meta un puro a los de la carcunda porque la han liado en el funeral de alguien que fue jerarca de la dictadura. Y dale con el tueste. ¡En 2017!

Fachas y rojos sin remisión, hacednos un favor: compraos una garrota, fletad un barco y largaos a una isla. Cuando lleguéis organizaos por parejas de contrincantes, embarraos hasta las rodillas uno frente a otro y daos estacazos hasta que os matéis. Que no quede ni uno. Total, ¿no exaltáis el sacrificio, no cantáis a la muerte? Pues eso. De todas maneras, si esto es demasiado, si lo véis muy duro, o si sencillamente no podéis porque el barco os sale muy caro, alquilad unos autobuses, como los de las bodas, y que os lleven al carajo. Quedaos allí. Es vuestro sitio. A ver si nos dejáis a los demás en paz de una puta vez. Que ya va siendo hora.

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