MIENTRAS toda la atención nacional sigue acaparándola el misil que Cristiano le lanzó a Diego López más algunas injerencias sobre la aventura del Barça ayer en los umbrales de la Selva Negra, el Sevilla aparece como de puntillas en la nieve moscovita. Se juega el primer asalto de octavos de final de la Champions y como si se tratase de la consolación en el palentino Trofeo de la Galleta, que si lo de Cristiano no es folha seca sino tomahawk, que hay que ver lo manazas que es Pellegrini, cualquier cosa madridista, que hace mucho frío cuando no es el Realísimo quien polariza todo el espacio mediático.

Pero resulta que el Sevilla de ese Manolo Jiménez que va callando bocas según avanza el curso y que tiene al equipo donde lo tiene juega esta tarde en Moscú. A orillas del helado Moscova se halla este gigante de cemento que fue estadio Lenin en sus orígenes, hoy Luzhniki y que adquirió la categoría de Olímpico en los Juegos del 80. Estadio provisto de hierba artificial y sistema de calefacción que hace que el partido pueda jugarse. Por lo tanto, el General Invierno que tantas reticencias suele despertar en los equipos meridionales no parece que vaya a ser determinante en el futuro a cortísimo plazo de este Sevilla que se ha revelado como gran capeador de temporales.

No está Luis Fabiano, pero sí Kanoute, ese futbolista que siempre aparece cuando más perentoriamente se le reclama. Estará Kanoute en la gélida atardecida, noche cerrada más bien, moscovita y estará también el futbolista más en forma del fútbol patrio, ese excepcional pelotero con aspecto de ardilla y fuerza de paquidermo que es Jesús Navas. Y, además, Palop, el hombre que más ha tenido que ver en que el Sevilla haya salido vivo de los temporales. Y como, por si fuera poco, el Sevilla es infinitamente mejor que el CSKA del muy vulnerable Mark González, pues no le quepa la menor duda de que un triunfo sevillista apenas dejará algo en las apuestas.