Por si acaso

Pablo Gutiérrez-Alviz

pga@grupojoly.com

A los tiburones

Murió el tirano caribeño y Antoni lo "criogenizó" en la vetusta nevera gigante de un hospital con tres barras de hielo

Tonya Putina se ha llevado casi una semana sin apenas cumplir con su trabajo doméstico en mi casa. Parecía distraída por un misterioso secreto que ayer, por fin, me confesó. Todo se remonta a 1979, cuando gracias a un intercambio ruso-cubano de colegiales vivió durante un curso en la Habana. Le traumatizó la dictadura castrista (¡y eso que venía de Rusia!) máxime cuando supo que muchos ciudadanos tenían que huir en balsas hacia Florida muriendo en la travesía, a veces devorados por los tiburones. Y la confidencia sigue con la última aventura de su hijo Antoni, el joven espía ruso, que desde hace un mes complementa su corto sueldo con la representación en exclusiva de Krio Sib, S.L. (Krionación Siberiana, S.L.). Esta empresa se dedica a la criogenización humana: congelar cadáveres que se conservan dentro de cápsulas con nitrógeno líquido para resucitarlos cuando se descubra el remedio al motivo de sus muertes. En una fase inicial hay que mantener congelado al difunto en alguna cámara frigorífica sin apagones en el suministro eléctrico.

Este trabajo se lo proporcionó su primo Serguei, el mafioso que vive en Marbella. Pues bien, en dos semanas firmó hasta treinta "criopreservaciones" entre Sotogrande y Gibraltar, y consiguió el premio de un viaje gratis de una semana a Cuba. Y como buen espía, nada más llegar a la Habana se hizo amigo de los hermanos Castro que contrataron felices este sistema de glacial inmortalidad. Antes habían rechazado la misma oferta de una empresa yanqui por obvias razones de antiimperialismo.

Al día siguiente murió el tirano caribeño y Antoni lo "criogenizó" en la vetusta nevera gigante de un hospital con tres barras de hielo. El problema es que en Cuba hay muchos apagones, y claro, el cuerpo de Fidel ha estado en varias ocasiones a temperatura ambiente tropical, y ya huele. Aun así, lo embarcaron en la bodega de un viejo buque de la antigua Pescanova rumbo a San Petersburgo para luego trasladarlo a Siberia, bien cubierto con algunos cubitos de hielo. Mientras, los pobres cubanos, siempre engañados, creen que van a custodiar las presuntas cenizas del dictador desde la Habana hasta Santiago.

Antoni volvía anoche para España, y desde el aeropuerto envió a su madre el siguiente wasap: "Fidel, apesta tanto que a la altura de Florida seguro que lo tiran al mar. Lo mismo se lo comen los tiburones. Va por ti, mamá. Besos".

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