La gandinga

Rosa / G. Perea

El tiempo de las manos

NO se pregunte lo que le pasa porque en el fondo usted y yo lo sabemos bien. Hoy le sobra la gente, le sobra el bullicio inútil de lo cotidiano, le sobra la luz de este cielo que parece que va a desplomarse sobre usted sin piedad alguna. Hoy se ha buscado en el espejo y no se ha podido sostener la mirada porque tenía el gesto felino, tenía el ánimo ansioso y tenía los ojos hambrientos. Y es que ahora mismo a usted le escuece la frente tanto como me escuece a mí, porque hoy marcamos con ceniza el fuego de la cuenta atrás de los pesares. Sí, ese fuego que barruntábamos a pesar de este frío que no es nuestro y en el que no nos reconocemos, y que a dentelladas nos quitamos de encima para arrojarnos a las brasas de este marzo que asoma por fin y que nos trae el tiempo de las manos. El tiempo de las manos que derramarán flores como miradas al abrigo del silencio de una capilla. El tiempo de las manos empeñadas año tras año en desaprender el camino para recorrerlo por primera vez abrazadas a un cirio tiniebla. El tiempo de las manos que enlazadas a la espalda ensayarán la marcialidad de esos cirineos de plumas blancas que traen un trocito de Roma a los pies de la muralla. El tiempo de las manos que se agarran a la trabajadera desnuda que sabe al mejor de los palios. El tiempo de las manos que convertirán palmas en filigrana de balcones. El tiempo de las manos que romperán en dos el aire por donde se perderá el quejío del saetero que falta. El tiempo de las manos que estarán atadas en un nudo de desconsuelo dispuestas a ser sentenciadas a pesar de su poder. El tiempo de las Manos que sostienen un pañuelo de Esperanza y de Amargura. El tiempo de las manos que tejerán palabras como hilos dorados de los respiraderos de esta pasión.

Porque hoy es el día, amigo, hoy es el día en el que se abre de par en par las puertas de esta locura.

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