Doble fondo

roberto / pareja

Los tiempos bailan

UNA vez fui el futuro". De esta guisa dialéctica se despidió ayer David Cameron, cargando con su penitencia de arrogante protomártir del Brexit al confundir un toro bravo con un cabestro cuando prometió esa consulta que se ha convertido en una pesadilla para Europa en general y para el Reino ¿Unido? en particular. Si todo un refinado gentleman, discípulo de conspicuos profesores de Eton y Oxford, es capaz de manejarse con tamaña arrogancia y frivolidad, ¿de qué no serán capaces los -más o menos versados- padres de nuestra patria de la piel de toro?

Entre el registrador de la propiedad que corre, el economista y el politólogo que tiran a la canasta y el waterpolista licenciado en Derecho nos están brindando una tragicomedia (cada uno se lo toma como quiere) que tendrá un final feliz y emergerá sí o sí un presidente del Gobierno, aunque más que palomitas, los españolitos nos estamos comiendo el marrón de su impericia para salir del laberinto.

La política es a veces, demasiadas, algo parecido a un juego de tahúres. Así le llamaba, "tahúr del Mississipi", entre otras lindezas, Alfonso Guerra a Adolfo Suárez antes de que se muriera y todos hablaran bien de él. Analizar los acontecimientos que se suceden entre ellos estos días invita a la camisa de fuerza. La ambigüedad que se gastan Rajoy y Sánchez es de locos. El popular sugiere que ni se molestará -para variar- en intentar la investidura si no tiene apoyo pero desliza la fecha del 2 de agosto para tirarse a una piscina sin agua. El socialista tira de enigma sobre qué haría el día después de un posible hostión pero se proclama como "solución". ¿Y los cariacontecidos emergentes? El naranja cada día más veleidoso y el morado con su amoroso acoso y derribo sobre Ferraz.

Nadie imagina unas terceras elecciones, como nadie pensaba que Cameron sería pasado al año y pico de su mayoría absoluta. Los juegos de tahúres nunca se sabe cómo acaban. Lo inquietante es que mucha gente con futuro se marchó por culpa de un presente que sigue ahí y del que apenas se habla, a mayor gloria del campeonísimo.

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