COMPRENDO que la clase política esté preocupada por la querella contra el consejo de administración de Bankia que ha interpuesto UPyD y que ha sido admitida por la Audiencia Nacional. Lo que va a salir a la luz durante el juicio a la cúpula directiva de Bankia podría desactivar el conglomerado político-financiero-sindical que ha controlado este país durante los últimos veinte años. Si el descrédito de la clase política ya se ha hecho universal, no sabemos qué va a pasar cuando se sepa cómo se ha ido repartiendo el dinero en estos últimos años. El origen de los sacrificios actuales no está en los caprichos de los mercados, como creen los ingenuos, sino en el pésimo uso del dinero público que han hecho los partidos y sus terminales financieras y sindicales. Con gran irresponsabilidad, la clase política se ha dedicado a financiar proyectos ruinosos y a hinchar una administración elefantiásica -y encima multiplicada por diecisiete-, a pesar de que el envejecimiento de la población y el estancamiento de la economía productiva aconsejaban hacer todo lo contrario. Y así hemos llegado al rescate financiero y a la política de austeridad rigurosa que nos han impuesto. El que no quiera verlo, es que no tiene ojos.

Por eso era imposible que la propia clase política investigase lo que había pasado en los bancos y cajas. Eso hubiera equivalido a hacerse el haraquiri, de modo que tendrá que hacerlo un juez, tal como ocurrió en Italia entre 1992 y 1994, durante los años de la investigación de los jueces de Manos Limpias contra el entramado político/financiero que se llamó Tangentopoli. Lo que empezó siendo la investigación de un oscuro político socialista acabó derivando en un juicio a toda la clase política. Pero tampoco conviene hacerse ilusiones. En Italia, las investigaciones de Manos Limpias dinamitaron el sistema tradicional de partidos y sus cuotas de reparto del poder, pero la alternativa a ese sistema fue una izquierda polarizada en mil pequeños partidos y un movimiento que se proclamaba "antipolítico" y que estaba dirigido por un personaje tan turbio como Silvio Berlusconi. Al final, quien se benefició de todo aquello fue Berlusconi, que era uno de los empresarios que más dinero había ganado gracias al compadreo con los políticos.

No hay que hacerse ilusiones. La política actual no atrae a los mejores ciudadanos, sino a personajes que tendrían muy difícil ganarse la vida de otro modo. Leire Pajín, por ejemplo, no ha tenido ni un solo trabajo al margen de la política, pero va a ganar lo mismo que un alto ejecutivo en la Organización Panamericana para la Salud. Y el problema es que hay cientos de Leires Pajín en el PP, en el PSOE y en IU. Pobres panamericanos. Y pobres de nosotros.

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