Con la venia

Manuel / García / Fernández

El tío Luis

ES sabido que en la historia de algunas hermandades sevillanas desde siempre han existido familias vinculadas por devoción a las mismas. Es también conocido que algunas cofradías han llegado a nuestros días gracias al esfuerzo y a la generosidad desprendida de sevillanos significativos que no dudaron en recurrir a la solidaridad familiar para amparar la historia, la cultura y el patrimonio de sus hermandades.

Conviene no olvidar todo esto hoy en día, cuando la vida social y económica de nuestras corporaciones de penitencia goza de buena salud. Y recordar que existieron otros tiempos donde la exuberancia actual era, sencillamente, penuria social y económica. Fue el caso de don Luis Ybarra Osborne (1889-1959), el tío Luis, como cariñosamente le llamaba su prolija familia. Hijo de don Tomás Ybarra González (1947-1916), es protagonista clave y fundamental de la Sevilla de su tiempo.

Don Luis, más espontáneo que su padre, enviudó pronto de doña María Parladé Ybarra y se dedicó en alma y cuerpo a su Hermandad del Silencio. Hasta su muerte lo fue casi todo -mayordomo perpetuo, prioste, secretario, diputado, archivero y bibliotecario-, llevando a cabo una labor excepcional en la configuración de la cofradía moderna que hoy todos conocemos y también en el rescate de la memoria mexicana de Mateo Alemán. Anglófilo, monárquico y liberal, don Luis fue un destacado vicepresidente del Sevilla F.C. entre 1914 y 1920 y también de la Federación de Hermandades de Sevilla, participando activamente en la redacción de sus estatutos entre 1931 y 1932, "para fomentar el espíritu religioso y trabajar en defensa de los derechos de la Iglesia Católica". Un cofrade sevillano de talla universal que gastó su tiempo, y tal vez su fortuna, en la hermandad que tanto quería para el gozo y deleite de los futuros nazarenos de Sevilla.

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