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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Nos toman por locos

UNA de las novelas más singulares de la cosecha 2010 es El humo en la botella, escrita por el sevillano Juan Ramón Biedma. La define como un experimento narrativo sobre el mundo de las enfermedades mentales. Y sitúa la acción en las calles de Sevilla, con el personaje principal, Emeterio Tobasa, fugado de un psiquiátrico, consciente de su locura y en busca de una mujer que le obsesiona. Quienes son proclives a leer temas sevillanos no considerarán este libro suficientemente sevillano. No querrán mirar cuánto de anormal y cuánto de manicomio hay en la vida que transitamos por las calles. Sólo admiten que nos tomen por locos en la célebre frase que resume el aliento fundacional para construir una catedral tan grande.

El interés de la propuesta de Biedma se acrecienta al perfilar una galería de personajes que frisan los 30 años. Esa edad en la que ministerios y consejerías sitúan aún a la población como parte de la juventud, aunque en puridad sean adultos de tomo y lomo, para que así se sientan menos frustrados por formar parte de una generación castigada en un 40% con el desempleo. Biedma, entre líneas, considera que a los 30 años se está en el límite para pillar las últimas oportunidades de ser redimido, aceptado y reinsertado socialmente. Pensemos cuánto se disimula el fracaso propio y cuánto se huye, como de la peste, de los fracasados a quienes a legua se les ve el sambenito.

En un mundo de sobreexposición a expectativas, éxitos y modas, sintiéndose partícipes de una cultura del bienestar en la que se creen beneficiarios de por vida, se difuminan las señales que alertan del riesgo de quedar descolgado, y de pasar de la enfermedad social a la enfermedad mental. En Europa nos toman por locos por llevar al abismo de la depresión tanto a veinteañeros como a cuarentones. Nacidos para vivir holgadamente con una esperanza de vida muy prolongada y sin entender cuál es su culpa para sentirse condenados a cadena perpetua de precariedad.

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