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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Una tumba al sol

Debe ser triste ser el palmero del 'hombre-régimen' que ha dejado a Cuba en la indigencia política, moral y económica

El escritor Fernando Iwasaki nos contó que Guillermo Cabrera Infante estuvo a punto de pasar sus últimos años en La Rinconada, uno de esos pueblos que prosperan junto a un meandro del Guadalquivir. El autor cubano no quería que lo enterrasen en Londres, la ciudad que lo acogió cuando tuvo que huir del paraíso castrista, y buscaba una tumba al sol que le recordase a su Caribe natal. En una visita al domicilio de Iwasaki conoció el pueblo sevillano, que no le pareció un mal lugar para esperar a la parca y, con la ayuda del autor de Inquisiciones peruanas, inició la búsqueda de una casa. La enfermedad que ya le asediaba, sin embargo, avanzó demasiado rápido y Cabrera Infante falleció en la capital británica en 2005 muy lejos -y no es sólo una cuestión de kilómetros- de los añorados campos soleados.

Cabrera Infante es sólo un ejemplo de las decenas de miles de cubanos que por motivos políticos, sexuales o económicos -la opresión adopta diversas máscaras- tuvieron que abandonar Cuba mientras que, aquí en España, un grupo nada desdeñable de políticos, intelectuales y periodistas se permitían la ignominia de insultarlos, a veces de manera taimada y meliflua, otras de forma directa y gruesa. Durante todo el fin de semana hemos vuelto a sufrir -no podemos expresarlo con otro infinitivo- la procesión de personajes repitiendo todos los tópicos que justifican al castrismo. Debe ser triste ser el palmero de un hombre-régimen que, tras casi cincuenta años de poder absoluto, ha dejado a su pueblo en la indigencia económica, política y moral más absoluta. Apenas un chiste del disidente Carlos Payá -Dios lo guarde mucho tiempo- nos redimió la noche del sábado del estupor: "Si pones un comunista a gestionar el desierto del Sahara, a los seis meses comenzará a escasear la arena". La risa abriéndose paso en medio de tanta suciedad. Bravo.

Castro ha muerto y el castrismo vive. Dejemos a la persona descansar en paz y no demos tregua a su herencia más nefasta. Cuba no es un país cualquiera y, en España, aún la sentimos como a uno de esos miembros fantasmas que todavía reclaman su presencia en el cerebro después de haber sido amputados. Nunca hemos superado del todo el trauma del 98. Por eso la lucha de la disidencia cubana, en Miami o en La Habana, es nuestra lucha. Sin equidistancias. Es derecho universal bien conocido: todos tenemos derecho a disfrutar de una tumba al sol.

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