Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El único camino

Si el turismo es la única palanca de empleo y crecimiento que nos queda hay que cuidarlo y mejorarlo

La crisis económica que estalló con una tremenda virulencia en el otoño de 2008, va a hacer ya una década, supuso para Sevilla la abrupta caída de la construcción, en la que se había sustentado el crecimiento de los años anteriores, y el estrangulamiento de una incipiente clase empresarial que empezaba a funcionar con efectividad en sectores diversos, pero que adolecía de una enorme debilidad financiera. Una vez más nos quedamos en esta ciudad colgados de la brocha, sin los deberes hechos y sin saber para dónde teníamos que tirar. Lo años de recuperación, sobre todo los tres o cuatro últimos, han servido por lo menos para que sepamos la dirección. Es el periodo que coincide en la práctica con la llegada de Juan Espadas a la Alcaldía. Sabemos ya que no vamos a ser una ciudad industrial, que henos dejado pasar el tren de las nuevas tecnologías y que por muchos planes estratégicos que hagamos nuestro futuro más inmediato pasa por aprovechar el turismo como palanca de creación de empleo y crecimiento de renta. Todo lo demás queda para más adelante y ya se verá si tiene que verse: una constante de nuestra historia reciente.

El turismo quizás no sea la opción más interesante para el largo plazo, pero en el corto es la más efectiva. Además, nos viene dada por el auge mundial que ha cogido ese sector y las características especiales de Sevilla que la colocan en situación muy competitiva. Sevilla tiene marca, tiene patrimonio artístico y cultural y está cerca de atractivos con tirón internacional como la Costa del Sol o Doñana. No parece que haya muchas alternativas. Lo que hay que planificar con cuidado es qué turismo se quiere atraer y para qué. Hasta ahora se ha ido solamente a aumentar el volumen de una forma desordenada. Las consecuencias de este crecimiento sin criterio las hemos pagado en degradación paisajística del casco histórico, proliferación salvaje de alojamientos en apartamentos, lo que ha provocado una subida desorbitada de alquileres y desalojo de sus barrios de muchos vecinos. En fin, todos los males asociados a un turismo low cost que, quieran o no admitirlo nuestros responsables municipales, es que el hemos tenido, lo que se comprueba dando un paseo por el centro monumental.

Toca ahora, por tanto, corregir lo que se deba corregir y profundizar en lo que se haya hecho bien, que no es poco. Si en el turismo está la clave del futuro de Sevilla, lo que urge es ponerse las pilas y empezar a trabajar para mejorar la calidad y no tanto la cantidad. El alcalde tenía razón cuando afirmaba hace un par de semanas en este periódico que lo que Sevilla necesita son más hoteles de cinco estrellas. Si las cosas se hacen bien el turismo debe darnos muchas más alegrías que dolores de cabeza. Es cuestión de prioridades y de talento.

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