CARAMBA, por si fuera poco, Osasuna al aparato, uno de los equipos que más festejos le ha aguado al Sevilla. Que si se cruzaba en la Copa, que si Ziganda dijo aquello en la banda, los mamporros de Pablo Alfaro y Morales o de Javi con Bakayoko, demasiadas encrucijadas de donde no salió, precisamente, fortalecida la convivencia entre sevillistas y osasunistas. Y esta noche, cuando el sábado camine hacia el cambio de nombre, nuevamente Sevilla-Osasuna y en el corazón de un universo que ni se recordaba, el de que sea el equipo navarro el que vive por encima, el que afronta la cita con la tranquilidad que anhela el Sevilla.

El propio Del Nido le ha dado carácter de final a este partido que se nos viene a la cara preñado de urgencias, todas ellas vestidas del blanco color de la camiseta del Sevilla. Ya no se debate si Kanoute ha de jugar de principio o no, qué va; ahora se dilucidan otras cuestiones más importantes y que tienen más que ver con el interés general del Sevilla que con el de éste o aquel futbolista. Desde el primer lunes de diciembre no sabe el Sevilla a qué sabe la victoria. Aquellos goles de Fazio, Manu y Kanoute al Getafe fueron los últimos que llevaron al Sevilla al triunfo, por lo que setenta y tres días después de aquello, hora es de que la grada reciba una satisfacción.

Ocho jornadas sin ganar se llevan por delante demasiadas cosas, entre ellas a aquel Marcelino García que llegó a Nervión como la gran panacea para volver al buen rumbo y que no pudo resistir una trayectoria como la que el equipo llevaba bajo su mando. Ahora le corresponde a Míchel, que se parece al asturiano como un huevo a una castaña, tomar las riendas con firmeza, más, por supuesto, que la mostrada el lunes en Anoeta. Y es contra un Osasuna con más puntos que juego, pero que ha de ser abatido para la buena marcha del negocio. ¿Varas o Palop? Qué más da, eso queda en un segundo plano para lo que tiene en juego el Sevilla, que es ganar, sólo ganar.