Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El utilitario de Benach

EL lunes por la noche, cariacontecido, el presidente del Parlamento catalán, Ernest Benach, se marchó a su casa en un utilitario. Bueno, un Honda Civic híbrido no es que sea el coche más barato del parque de vehículos de Barcelona, pero no es el costeado Audi A8 del president del Parlament, tuneado con reposapiés, antena especial y receptor de televisión y mesa plegable, que cuesta 83.686 euros. Benach se fue a casa en el Honda porque su limusina oficial estaba camino del taller, para quitarle todos los gadgets que había encargado. Benach no consideraba un lujo innecesario tener el coche con tantos chismes, pero ha cambiado de opinión tras el escándalo que ha producido la noticia.

Este ciudadano inició estudios de Medicina que no terminó y entró a trabajar en la Generalitat provisional presidida por Tarradellas en 1979 como funcionario con el oficio de barrendero. Ha hecho una meritoria carrera en la cosa pública el bueno de don Ernesto, de barrendero a presidente; parece el cuento de Cenicienta. Perdón, Ventafocs, en catalán. Supongo que Benach se llama Ernest aquí y en la China popular, como su amigo y correligionario Josep Lluis Carod Rovira, pero se ha comportado como un perfecto político español. Es una lamentable tradición nacional, sin distinción de ideologías o regiones, que los políticos españoles son los mejor motorizados de Europa. Aquí cualquier concejal tiene a su disposición un haiga, pero esa no es la práctica común en nuestro entorno. He visto llegar al Parlamento danés al primer ministro Paul Schluter para un debate sobre el Tratado de Maastricht en 1992 al volante de su propio utilitario. También he presenciado cómo el primer ministro belga Jean Luc Dehaene entraba en el castillo de Val Duchesse en Bruselas al volante de su propio utilitario, para reunirse con los líderes del Partido Popular Europeo. Por cierto, que como Jesulín a la puerta de Ambiciones, el jefe del Gobierno belga bajaba la ventanilla para hacer declaraciones a las televisiones desde el asiento del piloto. Nótese que eran utilitarios y propios los vehículos. Cuando Benach se fue, cariacontecido, a su casa el lunes por la noche en un pequeño Honda Civic iba porteado por un chófer oficial.

Aquí en la España plural, la costumbre es otra. Sevilla y Málaga tienen una treintena de berlinas para sus concejales. La localidad inglesa de Leeds, con los mismos habitantes que Málaga, dispone de tres vehículos para el mismo menester. Ha habido casos escandalosos, como el de una concejal malagueña que se desplazó a Sevilla en el coche oficial para comprarle una chaqueta a su amado esposo. Al final, lo peor para Benach es que practica las virtudes de la patria común de los españoles. No hay tantas diferencias.

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