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Tribuna Económica

Joaquín / aurioles

El vértigo de la agenda política

Joaquín Aurioles repasa los motivos de la incertidumbre que azotan el sector privado a causa de la inestabilidad gubernamental que vive el país.

El año 2015 fue atípico por la concentración de citas electorales, y para él se preveían importantes costes económicos, como el de la relajación en el gasto público y los gestos fiscales de cara a la galería, que finalmente se produjeron y llevaron al incumplir con el compromiso de déficit. 2016 lleva trazas de ser todavía peor como consecuencia de la baja intensidad de la actividad gubernamental y el imperturbable proceso de agotamiento del margen temporal para resolver algunos problemas fundamentales. Entre ellos, el propio desequilibrio en las cuentas del sector público, tanto a corto plazo, es decir el déficit, como a largo, es decir, la sostenibilidad del sistema de pensiones.

También se agota el tiempo para la reforma del sistema de financiación autonómica, no tanto porque la vigencia del actual finalizó con 2014, sino también por la situación límite en la que se encuentran algunas comunidades y, sobre todo, por el alarmante deterioro de los servicios públicos fundamentales en algunas de ellas, como puede ser el caso de la sanidad andaluza. Estrechamente ligado a esta cuestión está el tema catalán y la reforma del título octavo de la Constitución y la decisión sobre si definitivamente el Senado debe asumir su responsabilidad como Cámara de representación territorial.

La celebración de las elecciones y la perspectiva de formación de Gobierno a corto plazo prometen despejar el panorama de incertidumbre en que lleva instalado el sector privado desde hace algún tiempo, a la espera de conocer las servidumbres políticas derivadas de la negociación de pactos gubernamentales. Las reformas laboral, educativa, sanitaria y de la justicia entrarán con toda probabilidad en el paquete de negociación, pero sobre todo la fiscal y es de esperar que también alguna nueva parodia de adelgazamiento del sector público, simplificación burocrática o eliminación de duplicidades administrativas.

Más alejada del vértigo de lo inmediato, aunque no por menos urgentes, sino más bien a la espera de un escenario despejado de incertidumbres que facilite la formación de expectativas y la inversión, está la necesidad de volver a tomar el pulso al problema del desempleo y la productividad.

Pero al margen de todas estas cuestiones internas, el Brexit se ha convertido, en apenas una semana, en un nuevo foco de tensión con una extraordinaria potencia desestabilizadora. Por un lado, porque la convulsión en los mercados de capitales ya está servida y esto puede derivar en un aumento significativo de la vulnerabilidad para una economía tan endeudada como la española. Es difícil predecir el rumbo y la intensidad, pero es seguro que habrá perdedores y ganadores, y es probable que ello dependa de negociaciones al máximo nivel político, en las que, por el momento, España sólo participa de forma parcial. Por otro, porque se espera un periodo de hiperactividad institucional, especialmente de los bancos centrales, que con toda seguridad ya ha debido comenzar en algún caso, al menos en forma de intervención en los mercados de divisas para evitar desplomes que pudieran provocar excesos de desconfianza e incluso alguna situación de pánico.

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