LA secretaria general del PP reprendió ayer al vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, por unas explosivas declaraciones en las que tachaba de hipócrita e intervencionista a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, que ha desafiado la autoridad de Mariano Rajoy a cuenta del próximo nombramiento del nuevo presidente de Caja Madrid. De Cospedal pedía algo que ya es imposible: que los trapos sucios del partido se laven en su interior. El futuro control de Caja Madrid, la cuarta entidad financiera del país, ha servido para escenificar a la vista de todos el enésimo enfrentamiento entre Rajoy y Aguirre, cuyo fondo auténtico no es otro que la lucha por el poder en el seno del PP y, a la postre, por el liderazgo del centroderecha en España. Esperanza Aguirre, que presume de liberal, tiene decidido que la presidencia de la caja sea ocupada por su mano derecha en el Gobierno madrileño, Ignacio González, sin experiencia en la gestión financiera, pero que puede resultarle muy útil para controlar una caja de ahorros tan importante. Se trataría de disponer de una palanca más para consolidar su hegemonía política y afianzar su papel como referente de la derecha española. Precisamente por las mismas razones, Mariano Rajoy ha apostado públicamente para el cargo en disputa por Rodrigo Rato, ex vicepresidente y ex gerente del Fondo Monetario Internacional, una personalidad indiscutida en el ámbito de la gestión financiera. Ahora se discute si es a la dirección regional o a la nacional a la que corresponde la designación del presidente de Caja Madrid, pero no deben caber dudas de que lo que está en cuestión es el liderazgo del Partido Popular, encarnado por un Rajoy que fue refrendado en el congreso, pero continúa siendo cuestionado por un amplio sector de la organización, encabezado precisamente por Esperanza Aguirre. Por eso la lucha es tan encarnizada y se ve tan lejana la posibilidad de encontrar un candidato alternativo a los dos en liza para transmitir a la opinión pública la necesaria imagen de un partido sin vencedores ni vencidos. Ya hay una derrota confirmada: la de la independencia y autonomía de las cajas de ahorros.

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