POR una vez y ojalá sirva de precedente, la designación de Iniesta como mejor jugador del fútbol europeo en este curso ha hecho que coincidan las opiniones. Mucho se ha dicho sobre que el fútbol español hace tiempo que merecía un reconocimiento individual de este calado, pues lo cierto es que España ha dado futbolistas de sobras como para haber repetido lo de Luis Suárez en el 60. El gallego es el único Balón de Oro español y reconforta que Andrés Iniesta haya logrado este otro galardón, pero insisto en que lo más sobresaliente es que todos hemos estado de acuerdo en que el manchego es merecedor del reconocimiento.

Y la verdad es que estando por medio Messi y Cristiano resultaba utópico pensar que el premio recaería en Iniesta, pero ese trío de conquistas con la selección ha influido sobremanera para ser el elegido. Sus logros con el Barça los comparte con Messi y son infinitamente más numerosos que los logrados por Cristiano, pero hemos de convenir en que la designación nos sorprendió y muy agradablemente, por cierto. Agradablemente por tratarse de un español en primer lugar, pero es que el tipo resulta entrañable y no parece que tenga enemigos, excepción hecha, claro, de ciertos campos norteños en los que no se acaba de digerir que fuese él quien le diera a España el Mundial.

Caló hondo también su discurso de agradecimiento, más que nada por compartirlo con todos sus compañeros, los del Barça y los de la selección. Discurso que contó con el acompañamiento de la alegría que parecía mostrar Messi y de la perplejidad que lucía Cristiano en el rostro. Los gestos del luso contribuían a reafirmar su personalidad y a desvelar cómo le cuesta al muchacho ver cómo premian a otro que no sea él. Por una vez, un premio es de consenso y se ve como si ese galardón ya estuviese a mano de ser conseguido por el mero hecho de saber jugar al fútbol sin necesidad de que prime la imagen sobre la calidad. Premiado Iniesta, todos nos sentimos premiados.