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la ciudad y los días

Carlos Colón

Una vida digna de ser vivida

SIEMPRE que alguien se rasga las vestiduras ante los resultados de una encuesta relacionada con la educación, la percepción de la realidad y las expectativas de futuro profesional de los jóvenes, las vestiduras rasgadas suelen ser caras y de marca. Leo en una información de la compañera Noelia Márquez que el 40% de los estudiantes de ESO y Bachillerato quieren ser funcionarios, valorando la estabilidad laboral y la seguridad de un sueldo. Esto escandaliza porque dista mucho del espíritu emprendedor y la iniciativa que exige el mercado de trabajo. Pero a lo peor los jóvenes ven cómo los papás funcionarios no son despedidos (al menos de momento) y tienen un ingresos limitados, pero estables, mientras que otros papás están en paro o han visto mermados sus ingresos y reducido su patrimonio hasta extremos dramáticos. A lo peor han aprendido que el duro y esforzado trabajo no siempre da fruto, que la dedicación eficaz a una empresa no siempre es reconocida, que las decisiones sobre su futuro profesional no las toman los superiores inmediatos que conocen las capacidades del trabajador y no dependen de la excelencia de su trabajo. A lo peor, también, quienes tienen responsabilidades han olvidado que la educación no es sólo una herramienta para el crecimiento económico, y que éste no supone necesariamente una mejora en la calidad de vida y la salud democrática, como sostiene Martha C. Nussbaum. Su libro Sin fines de lucro se abre con esta cita de Tagore: "La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su lado más humano bajo la sombra de una organización sin alma". Y se cierra con esta llamada: "Si no insistimos en la importancia fundamental de las artes y las humanidades [en la educación], éstas desaparecerán, porque no sirven para ganar dinero. Sólo sirven para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir".

Se preguntaba Hölderlin: "¿para qué poetas en tiempo de penurias?" Pueden preguntarse los jóvenes de hoy: ¿para qué ser emprendedor en un mundo en el que no vale la pena vivir? "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", dijo Arquímedes. Los jóvenes necesitan un punto de apoyo para moverse en el mundo y para mover sus propios mundos. Porque ese punto de apoyo -llámese arte, humanidades, ética, religión, ideología, capacidad reflexiva o como se quiera- es lo que hace la vida digna de ver vivida.

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