Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El virus de la felicidad

EN los años 70 había una serie de dibujos animados cuyos protagonistas eran Leoncio y Tristán. Un león optimista incorregible y una hiena derrotista profesional. Se podría hacer el paralelismo con la visión de la crisis que tienen Zapatero y Rajoy. Felipe González ya se atrevió hace dos meses, en la presentación en Madrid del libro de Amparo Rubiales Una mujer de mujeres. Sobre la autobiografía de su amiga, dijo que Amparo dramatiza y se pone en lo peor, pero no es pesimista. Son pesimistas los que se ponen en lo peor y se resignan, no los que mantienen la rebeldía. El ex presidente criticó a los pesimistas y también a los optimistas patológicos: "Es muy cargante lo de ser optimista profesional", añadió en alusión al buenismo de su sustituto al frente de la familia socialista.

A pesar de semejante advertencia, este artículo es un elogio del optimismo, con coartada científica. Un profesor de la Universidad de California, en San Diego, y otro de Harvard, en Boston, sostienen que la felicidad no es una experiencia individual, sino que depende de las redes sociales a las que se está conectado. Si sus familiares y amigos son felices, aumenta significativamente la posibilidad de serlo de cualquier persona. El trabajo se basa en un estudio de la salud mental de 5.000 mujeres y hombres realizado durante 20 años. La conclusión de este trabajo es que la felicidad es contagiosa; pero el virus se trasmite de manera muy compleja. Por ejemplo, si se tiene a un amigo feliz a menos de 800 metros, la posibilidad de ser feliz aumenta en un 42%. Pero si ese amigo vive entre los 800 y los 3.200 metros, entonces el estado de ánimo mejora sólo en un 22% de los casos.

Hay varios datos sorprendentes. Uno: la felicidad de la pareja sólo nos aporta un 8% de plus, mientras un hermano contribuye con el 14%, y un vecino optimista mejora nuestro ánimo en un 34%. Otro: la felicidad no sólo depende del número de amigos que se tenga, sino también de cuántos amigos tienen ellos. Es lo que se denomina centralidad: cuanto más central es una persona o mejor conectadas están sus amistades, más fácil es que se sienta feliz. Y uno más: no funciona con los compañeros de trabajo. Se supone que por la competitividad.

La investigación no sólo nos ha gustado a los legos en la materia. Un editorial de la revista The British Medical Journal la define como "innovadora" y afirma que "si la felicidad se transmite a través de redes sociales, también puede contribuir indirectamente a la propagación de la salud". Hasta ahora sabíamos que la risa era contagiosa, pero el asunto es más trascendente, como se ve. Y útil para los tiempos de austeridad que vivimos y la época navideña que se avecina. Ya saben, contra la crisis cojan en modelo de Leoncio el león y olvídense de Tristán la hiena durante una larga temporada. Unos añitos.

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