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PASA LA VIDA

Juan Luis / Pavón

Tengas yerno de bajo precio porque hay juez de madrugada

EL juez Castro se ha hecho acreedor al título de Duque del Estajanovismo. No por haber trabajado 21 horas durante un fin de semana, que ya es intensidad laboral, pero al alcance de médicos de guardia, camioneros sin fronteras, taxistas de subarriendo o periodistas a destajo, sino por tener trabajando 21 horas a Iñaki Urdangarín, que no se ha visto en semejante índice de productividad ni cuando ganaba títulos y medallas de balonmano. Porque como alto ejecutivo de Telefónica Internacional desde Washington, coartada a la medida para su alejamiento de España por orden del Rey, ya pueden imaginarse el estresante ritmo de sus quehaceres. No sé cómo en Barcelona pueden celebrar sin él la cumbre mundial de la telefonía móvil...

José Castro es un funcionario público con sueldo recortado. Y se ha pasado un fin de semana encerrado en su despacho de Palma de Mallorca escuchando cómo Iñaki Urdangarín, para defender su "comportamiento no ejemplar" como yerno del Rey que ha manejado millones de euros sin recortar y desviados de los códigos de buen gobierno, ha adoptado el clásico papel de primo. Dice que no sabe cuánto dinero saca de sus cuentas; que ignora si tiene que firmar o no los balances anuales de sus empresas; que no tiene claro si el trabajo de la mujer de la limpieza y canguro de los niños, o sus viajes turísticos, se pagan como gastos personales o como presupuesto de la empresa; que no denunció a su socio aunque tenía la sensación de que su gestión no era transparente; que hizo caso al Rey para dejar los negocios pero después no le supo hacer caso para evitar tropezar dos veces en la misma movida. Y así todo. Lo que se dice un primo. Si llega a durar más el interrogatorio, era capaz de decir que Matas le hizo el timo de la estampita. Imaginen lo que se le habrá pasado por la cabeza al juez Castro, mientras mantenía impasible el ademán, teniendo como pareja de hecho durante dos días a un personaje que daba ese nivel de interlocución.

Seguro, queridos lectores, que muchos de ustedes, durante el pasado fin de semana, han sentido en algún momento el deseo de ser el juez Castro y hacerle algunas preguntas al esposo de la infanta Cristina, al primer imputado de la Familia Real. Por ejemplo, dónde aprendió a hacer negocios y sentirse impune. Y el Rey, afanado a la fuerza para enderezar este escándalo, controlar todos los detalles de la comparecencia judicial y mitigar los daños a la institución monárquica, también se habrá preguntado muchas veces por qué su hija Cristina no le buscó un yerno de bajo precio en lugar de un medallista olímpico que le va a salir carísimo.

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